El regreso de la Viuda Negra

Personajes

Al final la cárcel no fue tan agradable. Patrizia Reggiani, ex mujer de Maurizio Gucci y condenada por su asesinato, se lo ha repensando y se ha acogido a los beneficios penitenciarios. Quiere, además, volver a ser alguien en la moda, aunque ya está en boga. Un musical de Londres inspirado en su vida se estrena el próximo año. Ella sí es una auténtica fashion victim.

“No he trabajado en mi vida y estoy segura de que no voy a empezar ahora”. La frase, ya mítica, pertenece a Patrizia Reggiani, la que fuera esposa del difunto Maurizio Gucci. Quien no la conozca pensará que se trata de una señora arruinada que se niega a servir o limpiar platos. Pero no es el caso. La Reggiani está en la cárcel por el homicidio de su ex marido y la oferta del restorante que rechazó en 2011 le hubiera supuesto vivir en régimen de semilibertad. Pero entonces ella prefirió quedarse en prisión cuidando de sus plantas. La Reggiani es así.

Aunque parece que ha cambiado. Dos años después y cuando ya sólo le quedaban tres de encierro, se lo ha repensado. Eso sí, si tiene que trabajar será como asesora de moda, faltaría más, que para algo ella fue y será siempre Mrs. Gucci, la más extravagante socialité de la jet set italiana. Aquella, que hizo célebre otra frase: “Prefiero llorar en un Rolls-Royce a ser feliz en una bicicleta”.

Así que desde su celda en la penitenciaría de San Vittore, en Milán, solicitó a la marca de bolsos de lujo Bozart que le diera un empleo. Y así ha sido. A principios de octubre ya estaba paseándose por las calles de la capital lombarda. Estará tutelada por los Servicios Sociales italianos, lo cual no queda muy fashion, pero esto no parece importarle a la firma de bolsos, que se ha mostrado “encantada de poder ayudarla”. Habrán pensado, quizás, que la Reggiani es sinónimo de fama, y la publicidad, buena o mala, siempre es publicidad.

De hecho, el personaje da tanto de sí que hasta el West End de Londres le dedicará un musical: Mrs. Gucci, la asombrosa y verdadera historia de la última fashion victim. Se estrenará en el Ars Theatre en 2014, aunque el pasado 13 de octubre se hizo un adelanto para abrir boca.

Patrizia Reggiani, en realidad, ya era carne de titular antes de su condena en 1998 o del asesinato de su ex esposo, en 1995. Entró en escena en 1973 al casarse con Maurizio Gucci, el nieto y heredero de Guccio Gucci, el artesano florentino que convirtió las maletas con adornos hípicos en objetos de lujo.

En aquella época, los hijos y nietos de Guccio eran célebres por sus fuertes caracteres y, por tanto, sus vendettas y enfrentamientos. Pero como la marca triunfaba en Hollywood, Patrizia pudo sumergirse en una vida de lujo, compras, fiestas y excesos. Los medios la apodaron la Liz Taylor italiana por sus ojos de color violeta y su colección de joyas.

Tuvieron dos hijas, Allegra y Alessandra, y según la prensa fue la ambición de Patrizia la que empujó a su marido a conseguir la dirección de la compañía en detrimento de su tío Aldo, el verdadero motor del imperio. En 1985, pero, Maurizio soltó en casa aquello de ‘me voy de viaje de negocios’ para no regresar jamás. Abandonó a su familia por una mujer más joven, consiguiendo el divorcio seis años más tarde. La Reggiani nunca lo aceptó. Luchó por una pensión anual de un millón de dólares pero se quedó con medio. La cifra le supo a “un plato de lentejas”.

A principios de los noventa la marca estaba en caída libre. Se había vulgarizado demasiado y Maurizio había dejado entrar capital extranjero. En 1993 vendió las últimas acciones, dejando a la familia fuera de la firma tras 73 años de historia. Con la venta, Patrizia se quedó, por tanto, sin el estatus de ser una Gucci. Era ya el colmo. Y encima su ex planeaba casarse de nuevo, lo que significaba una amenaza para la herencia de sus hijas. Paola Franchi, la novia de Maurizio contó más tarde que solía llamarla por teléfono para prevenirla.

En 1995, la misma temporada que Tom Ford sacó de la quiebra a Gucci con su revolucionaria colección de pantalones de cintura baja y coloridas blusas de satén abiertas hasta el ombligo, Maurizio fue disparado en la nuca a las puertas de su oficina en Milán. La Reggiani acudió al funeral de riguroso luto como buena italiana pero se despachó a gusto: “Humanamente, lo siento, pero desde un punto de vista personal, no puedo decir lo mismo”.

El caso mantuvo en vilo al país. La policía apuntó al principio al clan masculino de los Gucci o a las mafias de los casinos, el negocio en el que el empresario trató de reciclarse. Pero 1997 una pista anónima condujo a Patrizia, que hizo el paseíllo hasta la comisaria en un abrigo de pieles y se lamentó a la entrada de cárcel con un: “Si al menos pudiera maquillarme…”.

Según estableció el juicio, la Reggiani, cegada por la avaricia, el odio o los celos, contrató a un sicario – si bien era un ladronzuelo – a través de una amiga vidente, implicando dos cómplices: un contacto entre la vidente y el asesino, y el conductor del automóvil con el que huyó el pistolero, que erró en los dos primeros disparos.

El culebrón estaba servido. Los Gucci ya no tenían nada que ver con la marca pero nunca su apellido apareció tanto en la prensa. Patrizia, que entonces rondaba los 50 años, ascendió meteóricamente. De Liz Taylor a Viuda Negra.

El juicio, celebrado en 1998, fue un show. Sus abogados alegaron que todo fue idea de la vidente, quien luego la habría chantajeado. Y sí, es cierto que antes del asesinato la Reggiani había expresado el deseo de ver a su ex muerto, pero según los letrados Patrizia sufría desequilibrios mentales a consecuencia de un tumor cerebral que le habían extirpado en 1992. De nada sirvió. Un experto determinó que estaba en plenas facultades. Fueron frases como “valió cada centavo” – dicha en un careo con la vidente – las que la condenaron a 29 años de cárcel, si bien más tarde la acortaron a 26 – con los beneficios y las reducciones aplicados obtendrá la libertad total en 2016. El asesino fue sentenciado a cadena perpetua, y la vidente y los cómplices obtuvieron penas similares a las de Patrizia.

Sus primeros tiempos en la cárcel fueron duros. Al principio estaba medicada, más tarde intentó suicidarse. Sigue con sus excentricidades. Por ejemplo, tiene un hurón como mascota. Bueno, en realidad tuvo dos, porque al primero se lo cargaron otras reclusas.

Rechazó el trato de trabajar en un restorán a cambio de la semilibertad, pero en los últimos años disfrutaba de dos salidas al mes para visitar a su madre y a sus hijas, que siempre han creído en la inocencia de su madre.

Ellas tratan de vivir al margen de la tragedia. Todavía habitan en la mansión familiar donde un día fueron una familia unida, y no renuncian a su alto estilo de vida. Hace unos meses participaron en una regata española tripulando su propio velero, el ‘Avel’. También competía otro de sus barcos, el ‘Creole’, un bote que Maurizio le compró al armador griego Stavros Niarchos y con el que solía pasear con su última novia.

Quien también ha continuado su camino es la propia marca. Gracias al impulso de Ford, la firma – según datos de la empresa – pasó de valer 250 millones de euros en 1994 a 2.700 en 2011, si bien entonces el diseñador tejano había sido sustituido por Frida Giannini, que ha seguido la misma senda del éxito. Si a sus 73 años de historia Gucci se quedó descabezada, hoy, con 92 años a sus espaldas, es la marca de lujo más importante de Italia y puede presumir de tener a la mismísima Charlote de Mónaco entre sus modelos.

Por cierto, antes de un musical, hubo un intento de película. De hecho, se llegó a anunciar en 2007. El proyecto era de Ridley Scott, que también habría dirigido la cinta. Su esposa, la italiana Gianinna Facio llegó a visitar a los Gucci para obtener más detalles, si bien luego se mostraron molestos con que el filme se centrara en el asesinato. Para Maurizio se rumoreó Leonadro Dicaprio y para Mrs. Gucci a Angelina Jolie. ¿La Viuda Negra interpretada por la Jolie? Eso hubiera sido lo más. El proyecto se diluyó, pero el año pasado se publicó que el director le habría pasado el guión a su hija Jordan. Entonces sonó el nombre de Penélope Cruz como sustituta. Sea como sea, la vida de Patrizia Reggiani es digna de película.

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