Tres bodas en 42 años. Dos de ellas en los últimos diez. Un divorcio y un funeral. Dos esposas muy parecidas. Una oveja negra de por medio. CARAS compara las tres relaciones más importantes de Paul McCartney y desvela la personalidad de un hombre necesitado de amor y con una faceta doméstica más atormentada de lo que su sonrisa y gestos indican.
El pasado 9 de octubre Paul McCartney pronunciaba su tercer Yes, I do a sus 71 años. No fue una boda sorpresa, pues la había anunciado en mayo, pero sorprendió el modo en cómo la llevó a cabo. La boda con Nancy Shevell fue casi una copia de la boda con su primera esposa, Linda Eastman. Las dos se celebraron en el mismo registro civil londinense de Marylebone, con su hermano Mike como padrino. Fuera, una muchedumbre los esperaba. En 1969, sus desconsoladas fans; en 2011, los curiosos y paparazzis, aunque esta vez no hizo falta recurrir a la policía. Y las dos fueron ceremonias civiles seguidas de una visita a un templo religioso (una parroquia en la de Linda y una sinagoga en la de Nancy).
Lo único diferente fue el vestido de novia. Linda, de 27 años, lució en su día un abrigo de color amarillo encima de un vestido beige. Nancy, de 51, llevó un traje blanco, por encima de la rodilla y de manga larga, inspirado en el de Wallis Simpson y diseñado por Stella McCartney, la segunda hija del cantante y Linda.
Ahora bien, sólo el atuendo era diferente porque las dos mujeres también son asombrosamente parecidas. Las dos son estadounidenses, de la Costa Este, de familias acomodadas, huérfanas de madre y de origen judío. Estudiaron en Tucson (Arizona), estuvieron casadas, ya eran madres antes de conocer a Paul y ambas padecieron cáncer de mama – con diferente suerte – a mediados de los 90.
Teniendo en cuenta que Heather Mills, la segunda esposa de McCartney es diametralmente opuesta a Linda y Nancy, una se pregunta: ¿lo ha hecho a propósito? Pues casi, podría decirse.
Mientras que la fama de Macca ha ido en aumento con los años hasta convertirse en una leyenda, su vida privada se ha ido haciendo añicos. Así que puede que haya pensado que si Linda fue la única en poner un poco de orden a una personalidad devorada por la fama de los Beatles, ¿qué mejor que alguien parecido a ella para poner paz en la última etapa de su vida?
Porque he aquí dos rasgos del carácter de Paul: nunca ha permanecido mucho tiempo soltero – siempre ha buscado en las mujeres un refugio donde protegerse – y no es cierta esa imagen de yerno ideal que las madres tenían de él en los años 60.
Al contrario. Justo en aquella época, en pleno apogeo de la Beatlemanía, la vida de McCartney era sexo, drogas y Rock & Roll. Infeliz, insatisfecho y perdido por culpa de la fama, se refugió en las groupies y el hachís. No importaba que tuviera novia fija, como Jane Asher, la musa que le inspiró Yesterday, hoy dueña de un emporio de dulces en el Reino Unido; sus amantes eran innumerables. Y al igual que John Lennon, tampoco tenía mucha delicadeza para deshacerse de ellas. Si quería librarse de Asher, en lugar de decírselo, esperaba a que ésta lo pillara en la cama con otra.
En esas estaba cuando en mayo de 1967 conoció en un pub de Londres a Linda Eastman, una joven y atractiva madre soltera estadounidense que se dedicaba a fotografiar músicos y que había sido amante de Mick Jagger una noche. Cruzaron sus miradas hasta que al final él tomó la iniciativa. “Me llamo Paul, ¿y tú?”, ha contado sobre aquel momento. “La atracción fue inmediata”.
No pasó nada entre ellos hasta un año después, aunque él continuaba con Asher y sus otras amantes. Pero en plena crisis con John Lennon, con el resto del grupo y consigo mismo, se dio cuenta de que Linda, un año mayor que él, era una mujer con los pies en el suelo y eso era justo lo que necesitaba en ese momento. Por eso la eligió a ella.
El panorama que se encontró Linda cuando se mudó a su casa de Londres fue desolador: muebles rotos, excrementos de perro por todas partes y nada en el frigorífico, contó el biógrafo Peter Ames Carlin en su libro Paul McCartney.
Su llegada lo salvó. “Linda – a la que también le gustaba fumar marihuana – le seguía el rollo, al mismo tiempo que sentía un cariño maternal hacia él”, escribió Carlin. Gracias a ello, Paul empezó a relajarse.
Se casaron el 12 de marzo de 1969 y en seguida formaron una familia idílica con la hija de Linda, Heather, y los tres habidos en el matrimonio: Mary, Stella y James. Se fueron a vivir al campo, y a diferencia de otros famosos y sus innumerables niñeras, sólo contaban con la ayuda de una empleada del hogar y la compañía de caballos, gallinas y patos. En casa tampoco había Discos de Oro en las estanterías, sólo fotos de la familia y dibujos infantiles. Los niños asistieron a la escuela pública y en su adolescencia jamás dieron un escándalo de niño de papá.
El cantante siempre ha alardeado de que el único tiempo que permanecieron separados fue la semana que pasó entre rejas por posesión de marihuana en Japón. Su relación era cariñosa y apasionada y todas las mañanas se recordaban él uno al otro que “hoy va a ser un gran día”. Con los años, “lo que más le gustaba a Paul era la sensación de estabilidad que le proporcionaba el hecho de ser un marido y padre trabajador de mediana edad”, cuenta el libro de Carlin. “También los tranquilizadores ritmos de la vida familiar”, como por ejemplo salir a montar a caballo con Linda por las mañanas y componer música por las tardes.
Pero esta visión tan edulcorada también tenía un lado oscuro. La fama había hecho de Paul un hombre inseguro y Linda tuvo que pagar las consecuencias dejando toda su vida atrás para demostrarle que sólo le importaba él. Incluso al principio de conocerla, por miedo a que ella sólo fuera tras su dinero, le hacía pagar las cuentas de algunos gastos. Pocos saben también que a 48 horas antes de la boda, se presentó en casa de una ex amante todo histérico, aunque no pasó nada entre ellos.
La separación de Los Beatles empeoró las cosas. Paul se escondió en Escocia. Allí, en compañía de su familia, pero también del whisky y del hachís, se hundió. Para Linda fue muy difícil. Por una parte tuvo que soportar los insultos de los fans, que la acusaban de la separación del grupo. Por otra parte, tenía que aguantar a un marido deprimido, enfadado, “borracho y que no se bañaba”, recoge la biografía. Y encima acarreando baldes de agua porque la casa de Escocia era más bien una cabaña.
Hasta que no pegó un puñetazo en la mesa y le pidió que se comportara como un hombre, Paul no levantó cabeza. Entonces creó el grupo Wings y obligó a su esposa a tocar los teclados. Ella no quería, pero sabía que si él la necesitaba, ella tenía que estar a su lado.
Luego llegó la muerte de Lennon, sus idas y venidas con Yoko Ono, las demandas judiciales cruzadas con el resto de Beatles, las acusaciones de que él era quien había roto el grupo, el sentimiento de segundón que le provocaba que Lennon se llevase todos los méritos y las dudas sobre su futuro como cantante en solitario. Además, según han dicho personas que trabajaron con él, tenía un carácter iracundo cuando las cosas no se hacían como quería.
Demasiado para Linda, que según Carlin, “a veces se marchaba furiosa pensando que esa vez se había hartado de él y era el momento de abandonarlo”. Pero era un sentimiento momentáneo porque ella era una esposa comprensiva que siempre sabía cómo conducirlo.
Por eso cuando a Linda le fue diagnosticado un cáncer de mama en 1995, Paul volvió a hundirse. “Se volvió muy callado y estaba muy triste”, ha contado Carla Lane, una amiga de la familia. Le aterraba perder a la persona más importante de su vida.
Finalmente Linda murió el 17 de abril de 1998. Lo hizo en brazos de su marido, que le susurró mientras ellas daba sus últimos alientos de vida: “Estás encima de tu hermoso caballo, es un bonito día de primavera y el cielo es azul claro”, contó McCartney sobre ese momento.
Para la familia la pérdida de la matriarca fue un trauma. “Jamás lo superaremos”, declaró el cantante. Aunque él lo llevo peor que sus hijos. Se sentía perdido, no podía dejar de llorar, tuvo que buscar ayuda psicológica y sus vástagos tuvieron que turnarse para cuidarlo.
Fue entonces cuando llegó a su vida Heather Mills. Había transcurrido un año justo de la muerte de Linda cuando el cantante acudió a una gala en la que ésta presentaba un premio. Para Paul ese primer año había “tan insoportable”, que pensaba que no iba a sobrevivir al primer aniversario, contó a Classic FM. Pero aquel día no pudo dejar de mirar a aquella joven rubia que hablaba con tanta convicción sobre el escenario.
Mills era una activista contra las minas antipersona que procuraba prótesis a discapacitados tras haber sido testigo de los horrores de la Guerra de los Balcanes, o eso dice, y de ellas misma perder una pierna en un atropello de auto.
“Su presentación me conmovió enormemente”, ha dicho Macca sobre ese momento. Pero Paul Willis, un periodista del Mirror y testigo del encuentro va más allá: “Estaba claramente fascinado. Ella lo cautivó”.
Hombre hogareño, McCartney necesitaba llenar de algún modo el hueco que la muerte de Linda dejó a su paso. Heather además compartía con la difunta esposa la pasión por el activismo y tenía una personalidad arrolladora que anestesiaba el dolor del viudo. Justo lo que necesitaba para continuar adelante. Él tenía 57 años, ella 31.
Fue el inicio de una nueva etapa. Volvió a sonreír. Sus canciones destilaban optimismo. Sus amigos bendecían a Heather por hacerlo feliz. El mundo entero lo trataba con honores de estrella legendaria y superviviente de una época, la de los 60’ y 70’, que ya no existía.
La pareja se convirtió en ultra mediática, y cuando se casaron en junio de 2002, los medios y ellos mismos le dieron el tratamiento de boda del año, celebrándola en un castillo de Irlanda por todo lo alto. Un año después nació Beatrice.
Pero al igual que con Linda, no todo era de color de rosa. Los hijos de Macca no aceptaban a Heather. No les gustaba su personalidad ni cómo había transformado a su padre, que ahora lucía el pelo teñido y se vestía como un abuelete guay. Horas antes de la boda, Mary y Stella le suplicaron que la cancelara.
La pareja discutía a todas horas, incluso antes de casarse. De hecho un mes antes los huéspedes de un hotel de Miami escucharon cómo él le decía a gritos que no quería casarse con ella. El anillo de compromiso acabó siendo lanzado por la ventana. Se rumorea que lo tiró él.
Tras la boda, Heather no se adaptó a la casa de campo en la que vivió Linda y lo obligó a comprar otra casa así como una mansión en Beverly Hills. Por otra parte, Mills empezó a caer mal a los amigos de Paul y a los medios. Su pasado no cuadraba. Le pillaron varias mentiras y mientras que ella decía haber sido modelo, varias fuentes aseguraban que en realidad había sido prostituta de lujo.
También tenía mal carácter. “No conocí a nadie que tuviera algo agradable que decir sobre ella”, dijo una fuente bajo anonimato en el libro de Carlin. En palabras del músico Bill Holdship, “Heather resultaba más arrogante, engreída y egoísta que Paul. Qué diferencia respecto de Linda, quien tenía los pies en la tierra y era más sensata que él”.
Paul, por su parte, continuaba fumando hachís “como quien bebe tazas de té”, denunció Mills, y recurría al alcohol cuando necesitaba evadirse de su infelicidad doméstica. Las letras de sus canciones se volvieron sombrías. Y tuvo un par de broncas en la calle, con un reportero y un controlador de estacionamiento. “Estaba borracho y colocado”, le contó Geoff Baker, su entonces publicista, a Carlin.
La relación se volvió insostenible y en julio de 2006 anunciaron su separación. Durante el divorcio Mills acusó a McCartney de todo. Le echó a Stella parte de culpa: “Cada semana intentaba romper nuestro matrimonio. Estaba tan celosa… Hizo cosas muy, muy malvadas”. Por otra parte, unos documentos, que habría filtrado Heather en el juicio, acusaban al Beatle de haberla apuñalado con un vaso roto y haberla empujado e intentado estrangularla cuando estaba embarazada. Su entorno también contó a los medios que existían cintas en las que se escuchaba a Paul borracho contando que solía pegar a Linda.
McCartney no se defendió de las acusaciones, pero Carla Lane y Baker sí lo defendieron a él. Además, a estar alturas, Heather ya era un personaje poco de fiar y muy impopular, por mucho que llorase que le rondaba el suicidio. Y detalles como arrojarle un vaso de agua a la abogada de Macca o que en la sentencia de divorcio se la describiera como “errática y vengativa”, no le ayudaron a ganar credibilidad.
Al final Mills perdió y tuvo que conformase con 35 millones de dólares, de los casi 200 que reclamaba. Él lo celebró delante de los medios con una breve frase: “Ya no habrá más críticas, no más caos, no más Heather. Sólo dicha. Por fin, paz”.
La paz en este caso vino de la mano de Nancy Shevell, a quien conoció en los Hamptons (EEUU) en el verano de 2007, cuando todavía estaba peleando con Heather en los juzgados.
Nancy era una ejecutiva de 47 años miembro de la Autoridad de Transportes Metropolitanos de Nueva York y vicepresidenta de un importante conglomerado familiar. Se sabe que su matrimonio, de 24 años, terminó de manera amigable el mismo año que conoció a Paul, pero se desconoce si fue antes o después. Algunos rumores aseguran que se conocían desde hacía años pero la famosa periodista Barbara Walters, prima segunda de Nancy, lo ha desmentido.
Se comprometieron el pasado mayo. Esta vez Stella habría dicho estar “emocionada” aunque también se rumorea que no pudo evitar preguntarle a su padre: “¿Tienes que casarte con cada mujer que conozcas?”. Paul se excusó en 2008 con que “me gusta estar enamorado”.
Nancy, por cierto, le ofreció un acuerdo prenupcial. La fortuna de Sir Paul está valorada en casi 800 millones de dólares, pero el negocio de los Shevell genera unos 400… al año. El incorregible romántico rechazó el papel.
¿Habrá fin? Las apuestas están en contra de un nuevo divorcio. A sus 71 años McCartney parece haber hecho la elección correcta. Nancy cae bien a todo el mundo, incluso a Mills, y su emparejamiento ha sido “más natural”, opina Carlin.
“La mayoría de sus amigos ven a Heather como una aberración mental por parte de Paul. Pero con Nancy ha encontrado lo que Linda le dio: alguien que lo cuide y lo halague cuando lo necesite”, dijo un amigo tras la boda. No en vano Paul la llama “mi manta protectora”.