El tercer ‘sí quiero’ de la duquesa más rebelde

Personajes

Cayetana Fitz-James Stuart, o lo que es lo mismo, la Duquesa de Alba,  siempre ha escandalizado al público. Durante la transición española se casó con un ex sacerdote rojo; y en el siglo XXI, en plena era cougar, lo hace con un trabajador público un cuarto de siglo más joven que ella. Se casa contra viento y marea; con la oposición de sus hijos y de la Reina. Pero a ella le da igual, como siempre. Está enamorada y ya lo tiene todo listo para la que será la boda del año. El novio espera impaciente. Sin un papel de por medio no es nadie en la Casa Alba.

La escena no tiene desperdicio. Cayetana de Aba entraba la semana pasada en una lencería para renovar su ropa interior. La acompañaba su novio, Alfonso Díez. Las dependientas alucinaron. No todos los días cruza por la puerta una anciana de 85 años, y mucho menos  la mujer con más títulos nobiliarios del mundo, dispuesta a comprase lencería atrevida junto a un hombre 24 años más joven que ella.

Es un signo más de la transformación que ha experimentado desde que Alfonso entró en su vida hace más de tres años. En todos los sentidos. Él fue quien la empujó a pasar por quirófano en 2009 para solucionar la hidrocefalia (una acumulación de líquido cefalorraquídeo) que la tenía postrada en una silla de ruedas y empeoró su, a veces, incomprensible forma de hablar. Es también el responsable de que ahora en la vejez  luzca minifalda, bikini y atuendos más coloridos y hippies. “A veces me regala vestidos demasiado cortos”, decía picaronamente en una reciente entrevista. De modo que no es extraño que en vísperas de su noche de bodas, Cayetana – viuda desde hace diez años – quisiera cambiar los calzones por algo más sexy.

Porque la duquesa de Alba finalmente se casa. Y lo hará en breve. Es cuestión de semanas o un par de meses, como mucho. No quiere esperar más y, además, todo está listo. Las capitulaciones matrimoniales, rubricadas (de hecho, se firmaron en febrero, y puesto que expiran a los doce meses, la boda ha de celebrarse antes de que venza el plazo). Los certificados obligatorios para casarse, solicitados. Y la herencia, repartida con antelación para que Alfonso no se aproveche de su condición de duque consorte, requisito obligado para que los hijos de Cayetana acompañen a su madre en el día más feliz de su vida aunque luego miren hacia otro lado cuando el cura dé la bendición a los novios.

Porque el noviazgo ha levantado las sospechas de unos hijos que no tienen claro que un solterón de sesenta años y de profesión funcionario del Estado se haya enamorado de una de las octogenarias más ricas de España. De nada sirve que este caballero castellano diga que no busca el estatus,  que no quiere su dinero o repita “la quiero muchísimo”. No lo ven creíble y punto. Declaraciones suyas del tipo “me moriría si no estuvieses aquí” o llamarla “mi porcelana” les chirría más que otra cosa.

También a algunos de los periodistas que han seguido a la duquesa en las últimas décadas. “Aprovechado” o “embaucador” son algunas de los adjetivos que le han dedicado a este hombre que confiesa su gusto por la buena ropa, la comida, el vino e Italia. Y es que puede que Alfonso no quiera el dinero en metálico de su futura esposa pero lo cierto es que ya lo está cobrando en especie con los numerosos viajes que hacen juntos (a Egipto, París, Sicilia…), el disfrute de las casas que ella tiene por toda España o las comidas en restaurantes famosos. Ella asegura que Alfonso “me llena de regalos”, pero las alhajas que suele obsequiarle distan mucho del reloj de siete mil euros que su amada le dio hace unos años.

Y luego está ese rumor. Ese que dice que Alfonso es homosexual. Él ha contado que una vez estuvo a punto de casarse pero que no lo hizo por miedo a perder su independencia. Cayetana también ha explicado que antes de empezar a salir juntos, él llevaba ochos años con otra mujer y que la dejó por ella. Pero el año pasado, un desconocido acudió a un programa del corazón para mostrar una presunta carta de amor que Diez le habría mandado en su juventud. Éste lo negó todo. La duquesa también defendió su honor. “Ay por Dios, Alfonso es de todo menos gay”. Su segundo marido, Jesús Aguirre, compartió la misma fama, pero en aquella época Cayetana era más clara. “Mi esposo y yo jodemos todas las noches”, solía decir. Claro que, puede que ahora ya no tenga la libido tan alta…

¿Podría tratarse de un episodio similar al caso L’Oréal? En principio no lo parece. A diferencia de Liliane Bettencourt, cuya hija trató de declarar incapaz a su madre para que la anciana dejase de dilapidar su fortuna con un amigo de edad parecida a la de Alfonso, Cayetana conserva todas sus facultades, todavía dirige el timón familiar con mano de hierro y su último arranque no es más que el penúltimo capítulo de una mujer que siempre se ha puesto el mundo por montera y ha hecho lo que le ha dado la gana. Una mujer “muy católica pero muy moderna en las ideas y en comprender las cosas de la vida”. Las críticas le resbalan. “Me envidian porque no tienen un hombre tan guapo y simpático a su lado”, responde cuando le preguntan sobre la polémica con Alfonso. Y aclara: “No ha registrado mis casas, y no se ha llevado ni un céntimo”, como sugieren las malas lenguas.

Eso sí, como madre amantísima que se proclama, reconoce que sería más agradable que sus hijos la apoyaran, pues hasta hace meses la oposición era radical y hacían auténticos esfuerzos por no cruzarse con el amante cuando iban a visitarla. Decidida a poner fin a esta situación, el pasado febrero reunió a sus seis vástagos, a su novio y a los abogados de ambas partes. Quería aclarar las cosas y allanar el camino al altar. Para ello Alfonso renunció voluntariamente a cualquier derecho que podría corresponderle como marido de una mujer con 45 títulos nobiliarios. “Él no quiere nada. Sólo me quiere a mí”, dijo el año pasado. El funcionario renuncia, pues, al dinero y al usufructo de las propiedades si Cayetana falleciese antes.

La fortuna de los Alba, descendientes de un influyente linaje que se remonta al siglo XIV, está calculada en 3.000 millones de euros. La forman palacios, castillos, empresas, objetos de decoración, y sobre todo terrenos, una biblioteca de incalculable valor – con documentos de Cristóbal Colón –  y una pinacoteca con obras de Goya, Velázquez, Rubens, Rembrandt, Picasso, etc. La mayor parte del patrimonio pertenece a la Fundación Casa de Alba, que gestiona su primogénito, heredero del título. Esta parte es intocable e indisoluble. El resto, unos mil millones aproximadamente, pertenecen a su fortuna personal y son los que conforman su herencia. Aunque su hijo Cayetano asegura que las cifras son más bajas, que no van sobrados de liquidez  y que ello les obliga a vivir de manera muy austera.

A principios de julio, madre e hijos se reunían ante notario. La duquesa repartió y les cedió la titularidad de los bienes que les correspondían a cada uno de ellos, si bien continuará disfrutándolos y administrándolos hasta su muerte. Según El Mundo, habría repartido dos tercios de su fortuna a partes iguales entre los hijos, y el resto entre sus nueve nietos, fundaciones humanitarias… y lo que haya querido darle a Alfonso. Los que la conocen aseguran que algo caerá.

Como suele pasar en casa de todo vecino, una vez arreglado el tema del dinero, las relaciones se han normalizado y Cayetana ha podido disfrutar de todos sus seres queridos en algún que otro almuerzo. “Suelo salirme con la mía”, reconocía al Vanity Fair español hace poco. Pero de ahí a aceptar al novio de mamá hay un largo camino. Sus hijos no disimulan lo poco que les gusta la relación y confiesan que han intentado disuadirla. Cayetano, de profesión jinete, habla sin reparos: “Si al final mi madre decide casarse, asistiremos, aunque sigamos sin estar de acuerdo”, dijo hace poco. “El tiempo juzgará. Sigo pensando que una cosa es la amistad, o una… relación, y otra es llevar a una persona a sus máximas consecuencias. Yo no lo veo”. La madre también tiene un mensaje para ellos: puesto que ella nunca se ha metido en las relaciones y las separaciones de sus hijos, ahora que la dejen tranquila.

Quien también trató de disuadirla fue la mismísima Reina de España, con quien mantiene una buena relación. Ella tampoco ve claro el romance.  Sofía “es monárquica por encima de todo”, justifica Cayetana. La sociedad española tampoco lo tiene claro. Aunque algunos jóvenes le gritan frases en medio de la calle del tipo: “Cásese, duquesa”, una encuesta de El Mundo en 2010 revelaba que el 57% de los participantes se mostraba en contra de una futura boda. Sus amistades más íntimas al principio también se mostraron reticentes, pero tras conocerlo dieron su bendición. La aristocracia apoya la relación al ver que sus hijos han llegado a un acuerdo con su madre.

Alfonso, que ha dicho que para él la boda es sólo la “guinda de esta historia”, empieza a estar impaciente, según revela el portal El pulso. Tras más de tres años de rechazo, opina que sin boda no es nadie. Lo comprobó el pasado mayo, cuando acudió como invitado al enlace de un nieto de Cayetana. Durante la ceremonia, se sentó en la última fila. Según la versión oficial lo hizo para no robarles el protagonismo a los novios. Pero  ya después  del banquete, y habiéndose retirado la duquesa a sus aposentos – el matrimonio se celebró en su palacio de Madrid – Alfonso se quedó sin nadie con quien hablar. Si fuera duque consorte, sólo por cortesía, le hubieran dado más conversación.

La historia de cómo se conoció esta pareja es curiosa o extraña. Y más teniendo en cuenta que abandonó a su supuesta novia de ocho años por una anciana millonaria con un rostro afectado por una supuesta mala cirugía estética. Alfonso nació en las tierras castellanas de Palencia. Su familia se dedica a la venta de antigüedades y él trabaja en Madrid en el Instituto de la Seguridad Social desde que aprobó una plaza de funcionario en su juventud. Uno de sus hermanos  era amigo del segundo marido de Cayetana. Esto le permitió conocerla hace treinta años. “Según él, nunca me olvidó”, ha dicho ella de ese primer encuentro. Luego “hizo intentos de aproximación pero yo no me daba cuenta”. Hace tres años se encontraron en un cine y el resto es historia.

Ella asegura que lo que más le gusta de él es “la gran pasión que siente hacia mí” y a todas horas le lanza piropos empalagos: “cariñoso”, “esplendido”, “una perla”, “muy guapo”, “he tenido mucha suerte”,  “me hace reír”, etc. Los de él hacia ella rayan la adulación: “Es un placer y un privilegio estar a su lado”. Y si le preguntan si necesita algún retoque en el cuerpo responde: “Por dios, está estupenda”.

La diferencia de edad no es un problema. “Me agradan los jóvenes. Los mayores me hunden la moral porque todo lo encuentran mal”, ha dicho ella. Él lo corrobora. “Siempre está dispuesta a hacer esas cosas que le faltan por hacer. Es incansable. A veces parezco yo el mayor de la pareja”.

De todos modos, no es la primera vez que Cayetana se casa con un hombre más joven. Adelantándose  al fenómeno cougar que han puesto de moda Demi Moore o Madonna, a finales de la década de los setenta contrajo matrimonio con Jesús Aguirre, a quien sacaba once años. Esa boda, por cierto, fue igual de polémica. Aguirre había sido un ex sacerdote jesuita con ideas socialistas. Bien relacionado, se codeaba con los políticos de izquierdas de los albores de la democracia. Estaba considerado un gran intelectual, siendo miembro de la Reales Academias de la Lengua y Bellas Artes. Su trabajo en la Fundación Casa de Alba fue muy valorado. Pero en su día, que una aristócrata terrateniente se casara con un ex sacerdote socialista fue todo un shock. Aguirre murió de enfermedad en 2001.

Por cierto que un biopic sobre la duquesa emitido recientemente reflejaba una mala relación entre Aguirre y los hijos de Cayetana – cinco chicos y una chica – nacidos de su primer matrimonio con Luis Martínez de Irujo, un noble que también murió de enfermedad en 1972. Quizás la oposición de sus hijos hacia Diez no sea personal sino, simplemente, que no quieren que nadie se acerque a mamá, ni a su dinero.

Cayetana y Alfonso pasan mucho tiempo separados. Ella vive ocho meses al año en Sevilla, en el impresionante palacio de Dueñas. Él trabaja en Madrid y vive en un piso en el elegante barrio de Chamberí. Tampoco duermen juntos. En Dueñas, se hospeda en la habitación que le han asignado en el anexo al palacio. Los viajes de larga duración tienen que ser dentro de los treinta días de vacaciones que le corresponden a su puesto. El hecho de que haya solicitado quince días en septiembre podría ser una señal de cuando se celebrará la boda y el viaje de novios, que podría tener como destino Tailandia o los Países Nórdicos.

Tras la boda algo cambiará, suponemos. Su puesto en la Seguridad Social, a diferencia de otros trabajadores, le impide jubilarse anticipadamente, de modo que aún le quedan cinco años en el tajo. Pero como sería muy raro que un duque consorte de Alba trabajase de ocho a tres, puede que se coja una excedencia para disfrutar de los años que les quedan juntos, aunque ello implique perder la tan valorada, por ambos, independencia.

Será una ceremonia discreta, en la capilla privada del palacio de Sevilla o el de Madrid. En principio, nada de medios. Bastante circo ha habido ya. Como mucho, regalarán una foto. Una pena, porque nos quedaremos sin ver las cara de los hijos. Aunque la imagen de los novios, ella Grande de España y él funcionario de Estado, será única. Cayetana, como siempre, va por delante del resto.