Puede que muriese de sobredosis, de paro cardíaco, de fallo orgánico o de cualquiera de las cosas que se dicen estos días, pero fue su tendencia al romanticismo más autodestructivo el que realmente la mandó a la tumba con tan sólo 27 años. Su corazón y su cuerpo llegaron al límite tras varios años amando peligrosamente. CARAS repasa los hombres que la ayudaron y la frenaron en el camino hacia su trágico destino.
Videoclip de Back to Black, año 2007: Amy Winehouse entierra su corazón tras ser abandonada por su amado Blake. Está roto, ha dejado de funcionar. Vida real, año 2011: familiares y amigos de la cantante acuden a su funeral después de que su guardaespaldas la encontrase muerta en su cama el pasado 23 de julio. Unos 200 invitados, entre ellos Bryan Adams y Kelly Osbourne, despiden a la joven al son de las palabras de su padre: “buenas noches, ángel mío, duerme bien”. Pero todos los medios resaltan la ausencia de Blake. El ex marido de Amy cumple condena por robo y dicen que no ha conseguido el permiso para acudir al sepelio. De todos modos, tampoco hubiera sido bien recibido. La figura de Blake es clave en la vida, la música y la fama de su hija, pero también de su caída y, de algún modo, hasta de su muerte.
Dotada de una voz excepcional, Amy reunía talento, creatividad, y sobre todo una personalidad rebelde y apasionada. Era extrema y en algunos casos autodestructiva, como demuestran los cortes que se hacía en la piel. Su música se define como una actualización del soul con letras muy personales y humor callejero, pero lo único que ella hacía era utilizar su voz de negra para hablar de sus relaciones con una honestidad brutal. “Escribo canciones porque tengo mucha mierda en la cabeza y necesito ponerlo sobre el papel y cantarlo”, explicó a The Interview People en 2006.
Por eso Blake Fielder-Civil juega un papel tan importante en su vida. Porque su maltrecha y apasionada historia de amor, reflejada en su segundo disco, encumbró la carrera de Amy al mismo tiempo que sacó su lado más oscuro.
Se conocieron en un pub de Londres en 2003, el año de la salida de su primer álbum, Frank. Ella tenía 19 años y empezaba a ser conocida. Él era un operador de vídeo un año mayor. Se enamoraron perdidamente, con gestos locos como tatuarse su nombre cerca del corazón. Pero su encuentro la dejó marcada más allá de un dibujo en la piel para toda la vida.
Amy fumaba marihuana desde hacía años pero fue él quien la introdujo en la cocaína, la heroína y el crack. También se pasó a la bebida. «Supongo que si tienes una personalidad adictiva, pasas de una droga a otra”, se justificaba ante Rolling Stone en 2005. Fue el principio del fin.
A pesar de sus adicciones, los primeros tiempos fueron de una extraña felicidad doméstica. Amy ejercía de ama de casa con sus amigos, quienes la llamaban mamá. “Como ellos no se preocupan de sí mismos, voy a sus casas a hacerles la comida y limpiarles el polvo”. Porque, pese a su imagen de muñeca rota en los últimos tiempos, se declaraba una mujer hogareña que cuidaba de los suyos. Le gustaba cocinar. “Si tengo tiempo hago comida caribeña, aunque mi especialidad son las albóndigas. También soy buena con el pollo”. Blake, sin embargo, “no sabía diferenciar una pierna de cordero de un bistec” y se mofaba de sus creaciones culinarias.
No era el único problema. Puesto que él también tenía una personalidad extrema, la relación se convirtió en enfermiza. “Estábamos muy enamorados”, pero “la saboteamos intentando demostrar que no lo estábamos”, contó a The Interview People. “Éramos muy jóvenes para estar tan enamorados de esa manera”. En 2005 rompieron y Blake regresó a los brazos de su antigua novia. “Me volví loca (…) me levantaba por la noche y limpiaba furiosa la casa. Todo me recordaba a él. Al subir las escaleras y ver la sangre de mis puñetazos en las paredes, pensaba en él”. Fue la época en la que obligaron a ir a rehabilitación pero ella respondía: no, no, no.
Con la botella a su lado, empezó a exorcizar sus demonios escribiendo las letras de su segundo álbum, Back to black. Lo contaba todo. Títulos como Love is a losing game (el amor es un juego de perdedores), estribillos como Ya sabes que no soy buena, y sobre todo la canción que da nombre al disco, en la que cuenta la ruptura. La estrofa en el que ella repite la palabra ‘black’ parece una llamada desgarrada a Blake. A día de hoy su padre no puede soportar escuchar ese disco.
Cuando salió el álbum al mercado, en 2006, otro hombre ocupaba su corazón: Alex Clare, un chef que sí apreciaba sus platos. Ya instalada en el éxito, derrochaba el dinero en regalos para él. Pero Clare temía que si Blake volvía a escena, ella lo abandonaría. Y así fue. Tiempo después, se vengó contando que a la cantante le gustaba dominar y ser dominada en la cama.
Amy y Blake se casaron en secreto en mayo de 2007. Pero la segunda parte de su relación fue la más devastadora. La droga ya había hecho mella en ellos. Fue la época de las sobredosis, de sus violentas peleas – «si dice algo que no me gusta, le doy una hostia», declaró ella – y de las agresiones a terceros. De aparecer en medio de la calle en sujetador o llena de moratones. Ya no cocinaba, sólo se alimentaba de comida basura. Eso cuando lo hacía, porque sufría anorexia y bulimia, tal y como le reconoció a su madre. Su cuerpo fue el primer resentido: en los huesos, sin un diente, con exagerados pechos de silicona y su famoso peinado de colmena sucio y descuidado. Llegaron incluso a diagnosticarle síntomas de lo que podría ser un principio de enfisema pulmonar. “Daría mi vida por él”, llegó a decir. Y de algún modo, lo hizo.
Su carrera fue la segunda víctima. A malas penas se mantenía en pie y su voz se diluía con los sorbos que daba a las copas de vino que subía al escenario. Giras y conciertos tuvieron que ser cancelados. Su esperado tercer disco nunca llegó. Su relación fue un huracán que destrozó todo a su paso, incluido a ellos mismos. Y cuanto más arrasaba, más se aferraban el uno al otro.
Las familias de ambos estaban desesperadas; temían que les pasase algo. “No vas a llegar a los 25 años”, le gritó su hermano, Alexander, en 2008, pero nada funcionaba. No se tomaba la rehabilitación en serio. «Soy joven, estoy enamorada, a veces me vuelvo loca, pero no siento que deba poner en orden mi vida”, declaró en sus peores momentos. Alex Foden, el estilista de Amy, recuerda que a Blake “le gustaba decir que eran los nuevos Sid Vicious y Nancy”.
A finales de 2007 Fielder fue a prisión tras darle una paliza brutal a un hombre. Ella se lamentaba en los conciertos de que no podía darlo todo “sin mi Blake”. Pero un año más tarde, todavía en la cárcel y quizás en un momento de lucidez, éste puso fin a la relación. “Tengo que dejarla marchar para salvar su vida”. El padre de Amy aprovechó para llevársela a Jamaica. Lejos de su todavía marido, allí tonteó con Josh Bowman, un aspirante a actor. “Creo en el sexo casual. Ya sé que es triste pero no hay nada malo en engañar a tu pareja”, dice en su canción I Heard love is blind. Pese a estar separados, el cordón umbilical todavía no se había roto y a Blake le sentaron mal las fotos con el actor. En enero de 2009 pidió el divorcio. Ella se resistió. “Lo de Jamaica fue un rollo de vacaciones. Blake es el único al que quiero”.
Ya divorciados, en el verano de 2009 fue vista de la mano del músico Tyler James, un antiguo novio necesitado de publicidad para relanzar su carrera, pero semanas más tarde lucía una camisa con el nombre de Blake. Ya fuera de prisión, fueron fotografiados besándose en la primavera de 2010.
Foden asegura que la ex pareja estaba “desesperadamente enamorada” y que si hubieran tenido un hijo, ella todavía estaría viva. Blake está destrozado por la muerte de Amy, dice la madre de él, quien admite que su hijo tiene parte de culpa en el destino de la cantante.
El estilista, por cierto, también la acompañó en su camino a la tumba. Compañero de juerga en su época más salvaje, llegaron a gastarse mil libras al día en droga. Y si hablamos de hombres, fiestas y estupefacientes, no puede faltar Pete Doherty. Fueron amigos durante una temporada. Él incluso la acompañó al juicio de su marido, y estando éste en prisión los fotografiaron besándose.
La niña de papá
Blake, de todos modos, no fue el único que marcó a la cantante. Los padres de Amy se separaron cuando ella tenía nueve años y, según su madre, Janis, la ausencia de su padre y su relación con otra mujer explican parte de la ira de sus canciones como What is about men? (¿qué les pasa a los hombres?). La propia cantante lo reconoció: “Va sobre resolver el asunto de mi padre con otra mujer, de dar un sentido a por qué hizo ciertas cosas”. A Mitch le dolieron las letras pero “me sirvió para reflexionar, porque obviamente nuestro divorcio ha influido en su opinión sobre los hombres”. Él, por cierto, vive ahora de la fama de su hija. Ha sacado un disco de jazz y se ha erigido como abanderado en la lucha contra la drogadicción.
En los últimos tiempos padre e hija estaban más unidos; al contrario que su madre. “Cuando se independizó me llamaba todos los días, pero cuando llegó la fama me decía que estaba ocupada o cansada”, contó ésta al Daily Mail en 2007. Ni siquiera su esclerosis múltiple sirvió para retomar el lazo. Ahora le queda el consuelo de haber comido con ella el día antes de su muerte.
También ha habido influencias masculinas positivas. Como Reg Traviss, un director de cine con quien mantenía una discreta relación desde hace más de un año. Dicen que también hubo peleas, pero Mitch asegura que la ayudó en sus problemas y que Amy nunca había sido tan feliz. “Me cuesta expresar por lo que estoy pasando. Era una persona bella y brillante, mi gran amor”, dijo Traviss tras el sepelio.
¿Y qué pasa con los hombres que la lanzaron al estrellato? Su sello, Island Records, filial de Universal, ha reconocido que las ventas de sus discos eran proporcionales a las páginas que ocupaba en los tabloides. Back to black, el más exitoso, supera los 12 millones de copias en todo el mundo, y eso en tiempos de Youtbe. Pero su último concierto, en Belgrado el pasado junio, fue muy mal. Algunos asistentes criticaron a su equipo por dejarla actuar en un estado tan lamentable, y se rumorea que sus guardaespaldas le impidieron abandonar el escenario cuando quiso hacerlo. ¿La empujaron entonces hacia el abismo? No lo parece. El propio presidente de Universal Europa la obligó a desintoxicarse tras el escándalo del vídeo en el que fumaba crack. Su padre y su manager impidieron en ocasiones que no subiera a los escenarios. Y tras el desastre de Serbia, se dice que la discográfica amenazó con echarla, aunque la compañía lo ha desmentido públicamente.
Según Mitch, su hija hacía tres años que había dejado las drogas. Su problema, dice, era el alcohol. También que Belgrado la hizo recapacitar y que llevaba tres semanas sin beber. De hecho, y pese a que la causa de su muerte se conocerá en octubre, la familia cree que dejarlo de golpe es lo que podría haberla matado, pues los médicos le habrían aconsejado desintoxicarse de modo gradual para no provocar un shock a su pobre cuerpo.
Sea como sea, lo cierto es que Amy siempre presintió que la muerte la acechaba. Se lo confesó a su madre, quien ya lo contó a los medios en 2007. También a Foden. «Amy siempre me dijo que pensaba que iba a morir joven y que formaría parte del Club de los 27 (en referencia a otras leyendas de la música fallecidas a esa edad). Según el estilista, durante el rodaje de Back to Black la cantante sufrió un ataque de pánico al ver su nombre en la lápida donde reposaba el corazón. Posteriormente la escena fue eliminada.
Aunque no siempre pensó de ese modo. En 2004, cuando The Observer le preguntó cómo sería su vida dentro de diez años, Amy, entonces novia de Blake, contestó: “Ya no me dedicaré a la música. Estaré cuidando de mi marido y nuestros siete hijos”.