Besos, besos y más besos. Ese podría ser el resumen de la boda más romántica en una corte europea desde aquella imagen de 1995 en la que Alexandra Manley miraba embelesada a Joaquín de Dinamarca mientras bailaban el vals nupcial. Pero la boda de Magdalena de Suecia y Chris O’Neill, celebrada el pasado 8 de junio en Estocolmo, fue aún más especial debido a su particular historia de amor.
“Tengo muchas ganas de que llegue nuestro gran día”, había dicho la hija del rey Carlos Gustavo de Suecia días antes. Y lo demostraron. Sus gestos fueron la tónica de una jornada tan soleada como la luz que irradiaba la novia, quien tan sólo dos días después había cumplido 31 años.
Los 22 grados de la capital nórdica animaron a los vecinos a salir a la calle – engalanadas con las banderas y los colores nacionales – para vitorear a la pareja. Y es que la boda de Madde, como la llama su familia y la prensa escandinava, ha servido para reconciliarse con un pueblo que siempre ha preferido la humildad de la heredera Victoria que las noches locas de Magdalena.
El matrimonio de Joaquín y Alexandra no comió perdices eternamente, pero, esta vez, todos confían en que la benjamina de los soberanos suecos, que ya sabe lo que es cancelar una boda, haya encontrado el amor verdadero. La experta real del tabloide Aftonbladet, Jenny Alexandersson, es uno de ellos: “Parecen realmente felices juntos, así que cruzo los dedos por ellos”.
El secreto mejor guardado
Valentino regresó momentáneamente a la moda para diseñar el traje de la novia. Se decantó por el prototipo de un vestido de boda para una princesa clásica y romántica: un diseño de organza y seda, con encaje de Chantilly y un suave escote de barco que cubría los hombros y se pronunciaba en la espalda. El bajo estaba rematado con un amplio volante y la cola medía cuatro metros. El velo era el mismo que han llevado las últimas novias Bernadotte. Más tradiciones familiares: una ramita de miro enganchada en el pelo y oculta bajo el velo para que le dé suerte al matrimonio. Del ajuar real Magdalena escogió la diadema que su padre le regaló a la reina Silvia por su décimo aniversario. Y alrededor de ésta, pequeñas flores de mirto blanco. Las mismas que acompañaban a las rosas blancas del ramo. La novia también honró a la querida princesa Lilian, fallecida el pasado marzo, llevando su brazalete preferido (Victoria hizo lo mismo con la tiara). Para el peinado mantuvo el castaño que luce desde que conoció a Chris con un moño bajo. Ahora bien, ni Valentinos ni diamantes ni maquillaje perfecto. La clave de su belleza provenía de su radiante sonrisa. Para la fiesta posterior al banquete se soltó la melena y siguió la moda de cambiarse de vestido reciclando uno de su madre con falda de estilo tutú y un cuerpo de finos tirantes salpicado de cristales.
I Do, I Do, I Do, I Do, I Do
A las 16.05 se abría la puerta de la capilla del Palacio Real para dar entrada a la novia del brazo del Rey. Al son de la marcha nupcial, empezaron a avanzar, si bien la famosa canción de los suecos Abba habría sido más apropiada para reflejar la emoción y las ansias de los novios por casarse. Marie Fredriksson, la vocalista de Roxette, cantó, al igual que en la boda de Victoria. Pero, esta vez, puede que alguien también echara en falta su famoso It must have been love. Ya saben, financiero que rescata, en este caso, a una princesa… La pareja permaneció cogida de la mano toda la ceremonia. “Somos almas gemelas”, ha dicho ella. Después de convertirse en marido y mujer ella le lanzó un beso, él le dio otro en la mejilla. Luego más música: The First Time Ever I Saw Your Face de Roberta Flack. El acto reunió a 350 invitados y se realizó bajo el rito luterano, si bien mezcló la cultura y la lengua de ambos – Chris es inglés.
El tiburón cazado
Quién hubiera dicho que los gestos más románticos no los protagonizó la novia – y en este caso una princesa – sino un auténtico tiburón financiero. El novio había confesado estar nervioso pero nadie se esperaba que soltara lágrimas de felicidad tras dar el ‘sí quiero’. Ya fuera de palacio, no podía parar de besar a su esposa. En la mano, en la mejilla, en los labios. “¿Queréis que le de un beso más?”, le preguntó al público congregado. Y se lo dió. “¿Otro?”, y allá que le plantó otro beso. Pero la imagen del día es la de Chris apoyando su frente en la mejilla de ella. El tipo duro de Wall Street ha encontrado en una princesa escandinava a la persona con la que apoyarse el resto de su vida.
Paseo en carroza
Después de deleitar al púbico, el nuevo matrimonio se subió a la calesa de las lámparas de plata para recorrer la ciudad medieval. Puesto que Magdalena no es la heredera, el cortejo fue más corto que el de su hermana, celebrado hace tres años. Eso sí, infinidad de admiradores les esperaban en las calles. Después tocaba coger el barco para llegar al palacio de Drottningholm, la residencia oficial de los reyes y el lugar donde se celebró el banquete. Durante la travesía, hubo un cóctel, risas, fotos familiares y más gestos románticos. Y no sólo por parte de los recién casados. Victoria y su marido, Daniel Westling, fueron pillados muy acaramelados.
Manjar real
A su llegada, el resto de invitados les esperaban en las escalinatas de palacio para la tradicional foto de grupo. Antes, Victoria ayudó a su hermana a colocar la cola. No hay imágenes del banquete por la misma razón de que no es la heredera. De hecho, el Rey ha pagado los gastos de su bolsillo en lugar de un presupuesto público. Eso sí, han recurrido al mismo chef que en la boda de Victoria: el premiado Stefano Catenacci. La cena fue una sucesión de delicias suecas: caviar de Kalix con lemos, emulsión de Skagen con pan crujiente de centeno, terrina de arenque en escabeche, huevo de Gotland con espuma de caviar Drott y miniatura de pastel de queso Västerbotten. Los platos principales: trucha horneada en mantequilla, acompañada de espárragos y huevas de salmón; y ternera asada a la mostaza Västervik y salsa de sidra Astrakan. De postre, Pavlova con merengue italiano, sorbete de fresas salvajes y helado de fresas y chocolate blanco. Siempre fiel a las tendencias, la novia sustituyó la tradicional tarta por una torre de macarons. En la fiesta posterior sonaron clásicos como Sweet Child O’Mine de Guns and Roses y What Is Love de Haddaway.
Las roba planos
Hubo dos: la primogénita de Victoria y la novia de su hermano, el príncipe Carlos Felipe. La pequeña Estelle, que en febrero cumplió un año, acaparó la atención de las cámaras que grabaron la ceremonia. Bien jugando con el bolso de su madre o cuando quiso seguirla hasta el altar mientras Victoria le dedicaba unas palabras a su hermana. Por su parte, Sofía Hellqvist se convirtió en la Pippa Middleton de la boda. Y no sólo por su vestido color lavanda de corte parecido al de la hermana de Kate – el cual, por cierto, falló en las costuras del pecho – sino porque todos los ojos estaban pendientes de ella al tratarse de una novia díscola. Su participación en un reality y un posado en topless antes de conocer al joven le pasarán factura de por vida. En los últimos meses ha acudido a importantes actos familiares y se espera el anuncio de compromiso para dentro de poco, pero ese día no pudo posar con su hombre ni sentarse con la familia. “Estoy muy emocionada”, dijo ella de todos modos.
Ausencias notables
Faltaron royals y eso se notó en la alfombra azul. No acudieron las caras conocidas de Holanda, Bélgica, Bulgaria, Marruecos y Qatar (con esa jequesa que tanto fascina). España no mandó a ningún representante. Por motivos de auesteridad, excusó palacio. Pero, según la veterana periodista esoañola Paloma Barrientos, la verdadera razón es que Letizia no quiere acudir a este tipo de actos los fines de semana pues ella también necesita descansar. Alberto de Mónaco, por su parte, se quedó en el Principado para inaugurar un evento.
Invitados poco royals
Aparte de miembros de la realeza, también fueron invitadas personalidades como Karl-Johan Persson, CEO de la cadena de moda sueca H&M; Joel Cadbury, el heredero de la marca de chocolates Cadbury; el magnate Alejandro Santo Domingo, el famoso golfista sueco Jesper Parnevik, el ex bajista de Duran Duran John Taylor y su esposa. Emma Pernald, ex novia de Carlos Felipe y gran amiga de Magdalena también acudió. Por cierto, el nuevo matrimonio pidió que, en lugar de regalos, hicieran una donación a la fundación infantil en la que ella trabaja.
Los descubrimientos
Tratándose de una boda escandinava, el paseíllo fue una sucesión de rubias y bellezas nórdicas. Algunas, ese día, consiguieron su minuto de fama. Por ejemplo, Louise Gottlieb, la mejor amiga de la novia, que en la recepción de honor sorprendió con un elegante palabra de honor de gasa y colores tierra en contraste con un marcado bronceado. Mientras que la espectacular Vicky Andren, esposa de un primo de la novia, deslumbró en la boda con un vestido azul con multitud de volantes en el cuerpo. El acto también ha puesto cara a las féminas del clan O’Neill. Su madre, Eva Marie, y sus hermanas: Tatjana d’Abo y la condesa Natascha Abensperg und Traun. Chris tiene otros tres hermanos por la parte de su padre.
Boda vía apps
Los royals también se apuntan a la tecnología. Sobre todo los griegos. Marie Chantal de Grecia, la esposa del heredero de los derechos dinásticos del país (Grecia es un república) subió a su cuenta de Instagram sus fotos con Valentino en el avión que los llevó a Estocolmo así como en la habitación del hotel. Su cuñada la princesa Theodora también dejó en la red fotos del banquete, mientras que la heredera danesa, Mary Donaldson, hizo fotos a los invitados con su móvil.
Paso revista
Predominaron los bordados (de encaje o pedrería) y los tonos empolvados y pasteles en todas sus tonalidades. En cuestión de peinados, la realeza optó por el pelo recogido y las amigas nórdicas por sus melenas rubias sueltas.
Aprobaron: Victoria de Suecia, con un llamativo vestido lila y uno de los collares más espectaculares de las arcas reales. La reina Silvia, con un diseño de organza de color jade con cristales Swarovski. Tatiana de Grecia, al estilo diosa griega con un vaporoso palabra de honor azul cielo. Mary Donaldson, aunque hubiera estado mejor sin la capita de gasa rematada en satén con la que acompañó su vestido de encaje coral y unos tacones plateados. Y Marie Chantal, regia con un vestido blanco de cuello redondo y manda larga.
Suspendieron: Charlene de Mónaco, que desfiló sola con un aburrido vestido marrón a juego con un chal de gasa y sin joyas. Stéphanie de Luxemburgo, muy sosa de color champán pese a los brillantes bordados. Las joyas de ámbar, eran originales pero no pegaban para tal acto. Marie de Dinamarca, correcta pero muy princesa Disney con un vestido de gasa rosa. Marie Fredriksson, por combinar un vestido de brillantes y mocasines plateados (sí, se puede ir plana a un boda, pero los slippers no nos convencen). Y Gela Nash, demasiado barroca con un vestido negro que llevaba de todo: cola, volante en la cadera, detalle en el hombro, pedrería, tocado de plumas, trenza y greñas despeinadas.
El día anterior
Con la resaca del Día Nacional de Suecia del jueves y los nervios por la boda del sábado, Magdalena fue vista en el gimnasio el viernes por la mañana. Por la tarde, ensayo general y por la noche, recepción de honor para 400 invitados en el Grand Hôtel. Para ese evento, eligió un vestido champán cuajado de paillettes de Elie Saab, muy favorecedor para su tono de piel y cabello. Su hermana volvió a acertar con un Jenny Packham de tonos plateados y una falda drapeada. Lástima que le fallara el recogido alto. Charlene, esta vez sí, se llevó premió con un vestido dorado de corte sirena y un chaleco armado a juego de Akris. También las griegas. Tatiana, otra vez con palabra de honor y de azul pero con una superposición de gasa en negro de Armani Privé. Y Marie Chantal con un Oscar de la Renta de pedrería más corto por delante y un fino collar largo. La reina Silvia estaba espléndida de rojo. Sofia Hellqvist, sexy a la par que correcta con un vestido de gasa amarillo con escote en V. La madre del novio, en cambio, patinó con un vestido túnica de color fucsia y gran lazada en el hombro. Marta Luisa de Noruega resbaló de pleno con una falda vaporosa verde menta y un cuerpo con detalles geométricos multicolor. Las amigas de la novia se atrevieron con los tonos pastel para la noche, transparencias, aberturas vertiginosas y estampados animales. Gela Nash, tampoco convenció con su otro look royal-rock: minifalda, plumas en el cuerpo y botines de cuero.
DESPIECES
NY, la ciudad de los corazones solitarios
¿Cómo curar un corazón roto?, cantaban los Bee Gees. Magdalena de Suecia decidió poner tierra de por medio para superar su ruptura con Jonas Bergström, el hombre con el que había compartido ocho años de su vida, su futuro marido en cuestión de meses y la persona que la humilló delante de todo el reino al hacerse públicas sus infidelidades. Aquel 24 de abril de 2010, horas antes de que palacio anunciara el fin del compromiso, con semblante serio y ocultando su mirada tras unas enormes gafas de sol, se subió a un avión rumbo a Nueva York. Era una huída, sí, pero también la posibilidad de empezar de cero. Sus primeras fotos en la Gran Manzana mostraban a una princesa triste. Su habitual aura luminosa, caracterizada por una sonrisa radiante y una mirada chispeante, habían desaparecido. Pero una cosa era cierta: la ciudad de los rascacielos le iba a cambiar la vida. A finales de ese mismo año unos amigos le presentaron a Chris O’Neill en una fiesta. “Abrió mi corazón” ha dicho y, tras dos años juntos, lo tuvo claro: Chris era el hombre de su vida. Por eso dijo sí cuando éste le pidió la mano el pasado octubre. Fue un acto “romántico e íntimo”, ha contado ella. Semanas después, una enamorada princesa volvía a su país para comunicar la feliz noticia. Al final, no hay mal que por bien no venga.
Un miembro de la jet en Wall Street
Chris O’Neill, quien a finales de junio cumple 39 años, nació en Inglaterra, donde su padre, de origen estadounidense y ya fallecido, dirigía la sede europea de un banco de inversiones. Su madre, Eva Marie, es una socialité centroeuropea que se dedica a organizar eventos caritativos. Es íntima de Ivana Trump y, según la prensa inglesa, hace años mantuvo un romance con su amigo el príncipe Carlos. Con este pedigrí, la vida de Chris ha sido una sucesión de internados en Suiza y estudios en las mejores universidades de la Costa Este (está licenciado en Relaciones Internacionales y tiene un MBA en finanzas). De profesión agente de bolsa, es copropietario de un fondo de inversiones: Noster Capital. Tiene un lujoso apartamento en el East Village, conduce un Porsche, esquía en Aspen y veranea en Palm Beach. Si a ello le ponemos un rostro apuesto y un físico robusto se convierte en el clásico “sueño de toda suegra”, tal y como ha dicho la reina. El Rey, por su parte, lo ha calificado de amable y cálido. Su ambición, sin embargo, ha dejado una mancha en su currículo. Según la prensa económica sueca, su empresa especula con la pobreza de África y, al igual que otra filial de la misma, está registrada en paraísos fiscales. O’Neill, a través de un comunicado de la Casa Real, justificó que se trataba de “una práctica común”. Por cierto que el ya marido de la cuarta heredera en la línea de sucesión al trono ha declinado un título real para poder continuar con su trabajo. De su pasado sentimental sólo ha trascendido el nombre de Maryam Abdullina, una modelo de lencería.
Algunos sapos antes de encontrar al príncipe azul
El primer novio conocido de Magdalena fue Mathias Trotzig, un joven emprendedor pero de alma juerguista, lo que le quitaba puntos como yerno ideal. En 2002 llegó Bergström, un chico de buena familia, con trabajo en uno de los bufetes de abogados más prestigiosos del país y, a la vista de la gente, un tipo agradable. Se comprometieron en agosto de 2009. Según fuentes de la revista Vanity Fair, la relación arrastraba una crisis en esos momentos y llegaron a aplazar la boda hasta tres veces. Pero todo se precipitó cuando la prensa sacó a la luz su affaire con una deportista noruega y su futura paternidad con una colega de trabajo. “Tras muchas consideraciones, lo mejor para ellos es continuar adelante por separado”, rezaba el comunicado de palacio. Antes que O’Neill, otro expat sueco intentó enmendar el corazón de la princesa: el portero de hockey sobre hielo de los New York Rangers: Henrik Lunqvist, ‘el hombre más caliente sobre hielo’, según la revista People. La relación no llegó a materializarse pero los cronistas aseguran que Madde cayó rendida ante las artes seductoras del bruto portero. También se la ha relacionado con Stavros Niarchos III, miembro de la otra familia de armadores griegos, bon vivant y ex novio de Paris Hilton y Lindsay Lohan.
La preferida de la corte europea
Rubia natural, de ojos azules, rasgos clásicos, curvas generosas, educada, discreta y con un título real pero sin la herencia de regir un país. Las credenciales perfectas para ser la consorte de un heredero o hermano real. Durante años, la prensa del viejo continente ha fantaseado con unir a ‘la princesa más guapa de Europa’ con royals como el príncipe Harry o Felipe de Borbón, pese a la diferencia de edad con este último. Pero Magdalena, a la vista está, los prefiere plebeyos.
Una princesa cosmopolita
Qué mejor sitio para superar un fracaso amoroso que tu ciudad preferida y más si se trata de un lugar tan vibrante como Nueva York. A Magdalena, además, siempre le ha gustado la cultura anglosajona. Allí se confunde con una neoyorkina más mientras hace footing o pasea a su perro por Central Park. Pero Madde es también la reina del eurotrash sueco (la expresión que utilizan en Estados Unidos para referirse a los jóvenes europeos que disfrutan de la vida gracias a su herencia familiar). Instalada en el Upper East Side y ataviada con unos pitillos, botines de tacón de aguja, fular animal print, maxi bolso, maxi gafas de sol y la melena ondeada al viento, hace shopping por la Quinta Avenida (Bergordf Goodman es un templos de culto para los suecos), come en el Waverly Inn y quema la noche en el Boom Boom Room. Party princess, la llaman en su círculo. También lo era en Estocolmo, donde frecuentaba los lugares más pijos, a diferencia de su hermana, que prefiere el campo. Le gustan las marcas (pero que no se note). Y el ambiente exclusivo de Suiza para las vacaciones invernales. Pero le duelen las críticas: “Me apena cuando se dice que vivo una vida de lujo (…) mi estancia [en NY] la pago con medios privados”, ha declarado.
Un currículo variado
Magdalena es princesa de Suecia y duquesa de Hälsingland y Gästriklanda, pero también es licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Estocolmo, siendo además la única de los tres hermanos con un título universitario, debido quizás a que, a diferencia de ellos, no ha sufrido dislexia. Tiene un máster y ha realizado cursos de postgrado en el departamento de Trabajo Social, especializándose en psicología infantil. Ha sido becaria en Unicef. Aparte de sueco y inglés, habla francés y alemán. Adora el diseño de interiores. Ha hecho prácticas en una publicación de interiores y en un estudio de arquitectura, y ha colaborado en la decoración de la casa de su hermana. Actualmente trabaja como responsable de proyectos en la sede neoyorkina de la Fundación Mundial de la Infancia (WCH), creada por su madre en 1999 y dedicada a proteger a los niños y jóvenes de abusos sexuales.