CARAS sigue los pasos de la presidenta en su visita de Estado a España.
Eran las doce y media de la noche del pasado 30 de octubre cuando el avión FACH 767-300 aterrizó en el aeropuerto de Barajas procedente de Berlín. Dentro viajaban la presidenta de la República, Michelle Bachelet, y una delegación de más de treinta personas entre miembros del gobierno, parlamentarios y empresarios. Llegaron cansados. Ese mismo día habían visitado hasta tres ciudades alemanas como parte de la tournée germano-española, el primer viaje oficial de la gobernanta fuera de América desde que fue reelegida.
El protocolo manda que los Reyes de España la reciban a su llegada al palacio de El Pardo, la residencia de los mandatarios extranjeros en las visitas de Estado. Pero no eran horas para himnos y salvas, de modo que, al día siguiente, la presidenta hizo el paripé de subirse al Rolls Royce Real Phantom IV que la Corona les pone a su disposición y recorrió la distancia entre una de las puertas secundarias y el jardín, donde Felipe y Letizia la esperaban junto a la veintena de reporteros chilenos que se desplazaron a Europa. CARAS se unió a ellos en Madrid junto con el agregado de prensa de la embajada chilena, el futbolista Carlos Caszely.
El mítico delantero conquistó a los presentes al instante, al igual que Letizia, quien al pasar por nuestro lado nos saludó con un sonriente ‘buenos días’. El Rey nos ignoró. La soberana eligió un conjunto de chaqueta y falda gris de Felipe Varela que, contando ésta, ya son ocho las veces que se lo ha puesto para un acto público. Eso sí, lo reserva para los más grandes, como la visita del Papa.
Tras saludar a las autoridades madrileñas, los tres se subieron en el palco donde se produjo una escena que algunos medios interpretaron como un momento de tensión entre la pareja. Lo que ocurrió, a nuestro parecer, es que Felipe y Letizia decidieron cambiar de sitio a la consorte para poder conversar los dos con la jefa de Estado mientras esperaban al desfile de la Guardia Real. Bachelet, mientras tanto, sonreía con los labios prietos, mirando al frente. Como si la pelea conyugal no fuera con ella.
Acabado el acto Letizia volvió a saludarnos dentro del coche. La Presidenta se quedó en la que fue la residencia del dictador Franco para recibir en el claustro cubierto, no al Presidente del Gobierno, sino a los principales inversores europeos en Chile (las españolas Abertis, Acciona, Abengoa), lo que dice mucho del motivo de su viaje.
Tras su polémica reforma fiscal, “ Bachelet quiere ahora explicarla en Europa y convencerles de que es buena”, argumentó el redactor de un medio económico. La visita también se produce en medio del proceso de compra de la Compañía General de Electricidad por parte de Gas Natural Fenosa, una de las mayores operaciones entre Latinoamérica y España.
Tras dicha reunión se marchó al cercano palacio de La Zarzuela, la residencia de los monarcas. A petición de los anfitriones, se celebró un almuerzo privado con los cuatro reyes: Felipe y Letizia, y sus predecesores, Juan Carlos y Sofía, que poseen el título de soberanos eméritos. Era el primer acto donde coincidían los entrantes y los salientes, pero es posible que fuera incluso la primera vez que se reunían desde la proclamación, dada la vida de separados que llevan los padres de Felipe. Eso sí, el posado en la escalinata fue sólo con los reyes jóvenes. Por cierto, “hay más cámaras extranjeras que en otras ocasiones”, manifestó un fotógrafo español que cubre los actos de la Casa Real.
Al terminar, la presidenta se trasladó al centro de la ciudad para rendir honores a los que dieron su vida por España. Un acto militar que también forma parte de las visitas de Estado y al que no acudió casi que ningún medio. Un grupo de señoras mayores que pasaban por delante de la Plaza de la Lealtad en esos momentos se quedaron para ver de qué iba el evento. “Pues la Princesa sí nos da la mano”, dijo una de ellas en referencia a Letizia cuando la mandataria bajó del coche y fue directa al monumento. Pero estaban encantadas, lo contrario que una joven que lamentó ante sus compañeros de estudio: “Estamos perdiendo nuestra hora libre por ver a la Bachelet”.
Ella, en cambio, no tuvo ni un segundo. A pocos metros, en el impresionante palacio que alberga el Ayuntamiento de Madrid, la esperaba la alcaldesa, Ana Botella, esposa del conservador ex presidente del gobierno José María Aznar. Pegadas una al lado de la otra, hicieron un paseíllo ante las personalidades sin dirigirse la palabra. Durante la firma en el libro de honor ya se mostraron más sonrientes.
También estuvo más relajada en su discurso ante la corporación municipal. Enumeró lo que más le gusta de Madrid: el Paseo del Retiro, el barrio de los Austrias y el cocido madrileño. Sobre todo el de La Bola, uno de los mejores restoranes de la capital para degustar este plato típico. “Cuando tenía vida personal siempre iba”, recordó entre risas.
Por la noche se celebró el acto fuerte: la cena de gala en el Palacio Real. Había mucha expectación en España pues era la primera vez que Letizia recibía en casa desde que se proclamó reina.
Varias damas destacaron por su elegancia, como la nueva presidenta del banco Santander, Ana Patricia Botín, o la esposa del embajador chileno, Francisco Marambio. Pero el titular se lo llevó, como siempre, Letizia al haber elegido para su primera puesta de largo un Carolina Herrera en lugar de lucir un diseño de su modisto oficil, Felipe Varela. ¿Será el fin del reinado absoluto del otro Felipe?
De encaje negro, línea sirena y pequeña cola, los medios españoles se rindieron a los pies de Letizia. “Está espectacular”, “nunca la había visto tan guapa”, exclamaban, mientras ella, tiesa como una estatua, aceptaba las reverencias de los casi 120 invitados. Por cierto, descartó lucir las grandes piezas del joyero real, algo que deseaban muchos.
Otra novedad fue el menú real. Letizia parece que también ha aplicado su famosa austeridad en la cocina: sopa de pescado al hinojo, filete de lenguado con salicornias y patatas, y de postre, frutas con almíbar. Puede que esa noche Bachelet añorara más que nunca su querido cocido.
Dada su supuesta obsesión con la comida, y ahora que ella manda detrás de los fogones, los periodistas españoles bromearon: “Ha puesto a Michelle a dieta”. Sin maldad, ¿eh? pues fueron los mismos que vitorearon a la presidenta tras finalizar su discurso: “Qué estupenda es esta mujer”, “qué entonación más buena”, “es fantástica”, decían en la sala de prensa del palacio donde seguimos las palabras de los dos mandatarios.
La segunda jornada empezó con una mañana más otoñal que los 24 grados del día anterior. Primer punto del día: el Parlamento. La recibieron con un sonoro aplauso, pero había sillas vacías en las tribunas. Durante su discurso varios políticos le hicieron fotos, otros miraban sus móviles y algunos cuantos parecían medio dormidos. Eran las nueve pasadas, demasiado pronto para España.
La socialista insistió en el tema de la educación y la igualdad. Los periodistas chilenos se quedaron con ganas de algo más “novedoso”. “Esperábamos un llamamiento más político al estar en el Congreso pero ha sido el mismo que hizo delante de los empresarios alemanes”, comentó un compañero.
Segunda parada: un foro pensado, otra vez, para los inversores. Se celebró en el Casino de Madrid, un club privado situado en la calle de Alcalá, en un histórico edificio del que destacan sus bellas vidrieras. Por cierto, mucha gente aguardó en la acera esperando a saber quién estaba dentro.
Tercera cita, ahora sí, con el Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en el palacio de La Moncloa, sede del ejecutivo. Allí firmaron otro de los puntos fuertes del viaje: un convenio de cooperación en temas de seguridad. Chile quiere que España lo asesore en cuestiones como los servicios de inteligencia, dada su experiencia en materia de terrorismo.
Bachelet dejó para el final el punto más goloso, al menos para muchas féminas españolas: conocer a Pedro Sánchez, el flamante líder del partido socialista y el nuevo sexy oficioso de la política española. La cita fue en El Pardo, donde a las siete y media de la tarde la jefa ofreció un cóctel a los reyes para agradecerles “la cariñosa acogida” del pueblo español, tal y como había dicho horas antes. Letizia se tomó lo de la fiesta al pie de la letra: falda de paillettes en tonos dorados, plateados y bronces.
A las once, el FACH 767-300 puso rumbo a Santiago con toda la comitiva a bordo, medios incluidos, menos esta corresponsal y el rey del metro cuadrado, que se quedaron en Madrid.