La conquista de Carla

Personajes

Madrid. 27 de abril. Aeropuerto de Barajas. 11.30 de la mañana. Los fotógrafos apuntan los teleobjetivos hacía la puerta del Airbus por la que saldrán Nicolas Sarkozy y su esposa. ¿O habría que invertir el orden de los sujetos? Porque en este viaje lo único que importaba era ella: Carla Bruni. Top model en los años noventa, cantautora de éxito y aristócrata con reputación de femme fatale, la italiana todavía no había pisado suelo español como primera dama francesa. Como era de esperar, la Bruni eclipsó a todo el mundo, incluida a su rival en la prensa rosa. CARAS fue testigo de su embrujo.

(Artículo para CARAS Chile finalmente no publicado)

Sabía que no iba a tenerlo fácil. Y no sólo por Letizia. Madrid es territorio de Cecilia. La ex esposa de Sarkozy, bisnieta del compositor español Isaac Albéniz y prima segunda del actual alcalde madrileño, tiene muchos amigos en la capital, dentro y fuera de la comunidad francesa.

No podía permitirse ningún tropiezo y el truco de copiar a Jackie Kennedy para dar un golpe de efecto ya lo había agotado. Para su primer encuentro con la prensa española innovó dejando de lado a Chrisitian Dior a favor de un diseño bicolor de Azzedine Alaïa. Pero lo más llamativo no fue su vestido negro a juego con la camisa bolero con lazo en el pecho, sino los kitten heels de Christian Louboutin con los que bajó las escaleras del avión. Acostumbrados a sus bailarinas –para disimular los ocho centímetros que la separan de su marido-, una se pegunta si esta vez hizo una excepción a sabiendas de que su rival no calza nada que no tenga más de diez centímetros de altura.

Primera parada, el Palacio del Pardo, la residencia oficial de los dignatarios extranjeros. Allí les esperaban los monarcas españoles para recibirles. Y allí fue también el único momento en el se la pudo ver cuestionándose como modelo. Ella, experta en las pasarelas, dudó cómo colocarse el bolso a la hora de hacerse la foto.

Hecha la foto y los honores, se marcharon al palacio de La Zarzuela, donde ya estaba ella. Con un vestido grosella de Felipe Varela y unas plataformas de vértigo rosas, Letizia esperaba la llegada de Madame Sarkozy a ras de escalera. La Bruni, por su parte, decidió ir a lo seguro con un vestido de Dior azul tinta. El resultado no podía ser más idéntico. Con peinados similares y colores de la misma gama, lo único que las diferenciaba era la altura del tacón. ¿Se habrían estudiado mutuamente con antelación? ¿Quién copió a quién? La primera batalla quedó en empate.

Tras saludar a los reyes y al príncipe Felipe se produjo el encuentro. Ahí estaban, cara a cara, las dos protagonistas. Letizia y Carla. La escena de las dos mujeres conversando -en inglés- fue una de las más fotografiadas. La reina, que sabía que ésa no era su guerra, se retiró del plano. La imagen subiendo las escaleras juntas es otra historia. Fotografiadas de espalda, e insinuando de manera inevitable sus derrières, la imagen apareció en la portada de varios medios. El debate público estaba servido: ¿machismo o reclamo comercial? En algunos casos,  hasta el defensor del lector tuvo que salir al paso.

Después del almuerzo, llegó la visita al Museo del Prado. Los monarcas españoles ejercieron de cicerones mostrándole al matrimonio las obras más famosas de Goya y Velázquez, así como la retrospectiva dedicada a los Borbones, una colección que levantó mucho interés entre la delegación francesa –no olvidemos que los antecedentes de la Familia Real provienen del país galo.

Catorce meses después de su boda, la pareja demostró en Madrid que todavía viven en  luna de miel. Ya lo habíamos visto por la mañana, cuando sigilosamente se cogieron de la mano mientras escuchaban los himnos y las salvas en su honor. Carlita –como la llama cariñosamente Sarkozy- tampoco tuvo reparos a la hora de reposar su mano sobre el hombro de su marido durante la visita al museo. El mandatario le devolvió el gesto más tarde. “Quisiera hacer una mención especial a alguien que hoy ha tenido un gran éxito”, dijo Sarkozy en voz alta mirando a su esposa.

Duelo de reinas

Al final de la jornada se produjo la prueba de fuego. El Palacio Real era el escenario escogido. El salón del Trono, el punto de encuentro. La Bruni se aplicó el lema menos es más y se enfundó un vestido de terciopelo azul de Christian Dior con un sugerente escote en la espalda. Como complementos, la banda de la Orden de Carlos III con la Cruz de Malta, unos pendientes largos y un brazalete de diamantes. Aunque la cartera de plata labrada que lució a su llegada a palacio bien podría considerarse una joya.

Las españolas sacaron a la luz sus mejores alhajas. La reina, que siempre elige en función de sus invitados, lució casi al completo el juego de rubíes Niarchos, un regalo de boda del armador griego. Letizia, por su parte, de decantó por la tiara helénica que lució en su boda y un brazalete a juego.

Se lo jugaba todo en esta cena, pero en lugar de estrenar vestido nuevo, la princesa de Asturias volvió a reformar -por cuarta vez- el vestido color plata que Lorenzo Caprile le diseñó para las vísperas de su boda hace casi cinco años. Demasiados arreglos opinaron muchos. Esta vez Francia ganó la batalla.

Antes de la cena, el presidente francés y su esposa, en compañía de los reyes y los príncipes, recibieron uno a uno a los 140 invitados. Entre ellos, políticos, empresarios y representantes del mundo cultural como el cocinero José Mari Arzak o el torero Curro Romero. Tal y como dicta el protocolo francés, el rey Don Juan Carlos y el príncipe Felipe acompañaron a la primera dama en la mesa. Sarkozy, casi enfrente de su esposa, se sentó al lado de doña Sofía y Letizia. Los monarcas agasajaron a los comensales con espárragos, langostinos con tempura de verduras, ternera asada con migas dulce y pastel de chocolate con sorbete de cacao. Demasiado, quizás, para una top. Aunque una vez al año, no hace daño, dice el refrán.

El martes le tocó el turno al arte moderno. Mientras Sarkozy departía asuntos de Estado, la primera dama frnacesa y la soberana española recorrieron juntas el Museo Reina Sofía. Antes la Bruni, vestida de Chanel, había  acudido al Parlamento Español para atender el discurso de su marido.

El encuentro que nunca ocurrió

La última cita de la agenda era un almuerzo privado. Desde hacía semanas se especulaba con una posible reunión entre Carla y Letizia a petición de la primera. Nunca se produjo. El único tête-à-tête fue con la esposa del presidente del Gobierno, Sonsoles Espinosa. Temas de conversación seguro que tuvieron ya que ambas se dedican al mundo de la música. Cantante de coro, la esposa de José Luís Rodríguez Zapatero también ha continuado con su actividad tras la llegada de su marido al poder.

A la hora del café las dos mujeres se reunieron con los esposos. Tras toda la mañana separados, los amantes franceses se fundieron en un abrazo. Demasiado tiempo sin estar juntos según algunos. Excesivo para otros. Las malas lenguas se preguntan cuánto de verdad y cuánto de afán de protagonismo hay tras esos gestos. No olvidemos que Carla es experta en posar para los fotógrafos.

Tras el café, llegó la despedida. La primera dama dijo adiós con la satisfacción de volver con los deberes hechos. Madrid se había presentado como un objetivo difícil pero su espectacular físico, su elegancia, su saber estar y sus trucos de modelo, terminaron cautivando a sus amigos y a sus enemigos. España corre peligro. Dos siglos después de las guerras carlistas, parece que el carlismo resurge con fuerza.

DESPIECE

LAS LECCIONES DE MADAME SARKOZY

La cumbre oficial hispano-francesa fue, en realidad, la cumbre bilateral Letizia-Bruni.  Las similitudes físicas, personales y profesionales hacen que la comparación entre ambas sea inevitable. En esta ocasión la italiana ganó a la española en campo contrario. Yolanda Sacristán, directora de Vogue España; Carlos García-Calvo, comentarista de moda; Montse Guals, asesora de imagen; Carmeron, autora del blog El Diablo Viste de Zara; y Gerardo Correas, vicepresidente de la Escuela Internacional de Protocolo, analizan las claves de su éxito.

Vestuario

Carla Bruni puso el listón muy alto con su vestido largo de Christian Dior. “Estaba espectacular, impresionante”, dice Montse Guals. “Sublime”, matiza Carlos García-Calvo. Todo lo contrario que el vestido reciclado de Letizia: “Un horror”, sentencia el famoso comentarista. “Y que conste que me sabe mal decirlo, porque soy un gran fan de la princesa. Con tantos arreglos parecía un vestido de opereta” ¿Y el resto de modelos? La autora de uno de los blogs de moda más leídos en España considera que el conjunto de Alaïa era “demasiado monjil” y el de Chanel, “correcto, pero muy aburrido. Muy al estilo de Carolina de Mónaco. Se echa años encima con esa ropa”.

Complementos

La esposa del presidente francés acompañó su vestido con una cartera de plata labrada de la firma Cartier y unos pendientes y brazalete de Chaumet. “El toque justo para dar luz a su rostro”, piensa la directora de Vogue España. “No necesitaba nada más”, añade Guals, cofundadora de la empresa Qué me pongo. “Sólo con su físico ya capta todas las miradas”. Eso sí, ningún detalle se elige al azar. “Todo está milimetrado”, afirma García-Calvo. “Ella no es cualquiera. Es la esposa del presidente de un gran país”, justifica. “Y no olvidemos que ha sido modelo”, recuerda Guals. “Es experta en imagen”.

Peinado

Todos los expertos en moda coinciden. El recogido de Carla en la cena de gala le sentaba muy bien. “Ese aire a lo Audrey Hepburn contribuye a la imagen de inocencia que persigue en los actos oficiales”, opina Carmeron. Letizia también estaba guapa con el pelo suelto y la tiara “pero recordaba demasiado a una princesa de cuento”, piensa Montse. García-Calvo está de acuerdo. “El look de princesa era más apropiado para una visita como la de los reyes de Suecia o Noruega”.

Zapatos

La visita de Carla Bruni a España pasará a la historia por ser la primera vez que usa tacón al lado de Nicolás Sarkozy. “Ya era hora”, exclama la asesora de imagen. Los zapatos, de Christian Louboutin, no sobrepasaron los cinco centímetros de altura. ¿Muy bajitos? No, opina la directora española de la revista de moda más influyente del mundo. “Teniendo en cuenta su estatura, una tacones más altos hubieran sido, quizás, más inapropiados”, explica Sacristán. Eso sí, totalmente “insulsos”, según Carmeron. Letizia, como siempre, recurrió al taconazo. Aunque sus plataformas rosas de la firma Magrit no gustaron a todo el mundo: “Parecía [Dita] Von Teese”, dice García-Calvo, comparándola con la conocida artista de burlesque estadounidense.

Saber estar

Aquí la Bruni pierde puntos. “Su único error fue demostrar tanto afecto hacía su marido”, opina el comentarista de moda. “Le gusta mucho ser la protagonista y lucir el vestido”, añade Guals. Los especialistas en protocolo la defienden. “Tiene un poder mediático muy elevado y por eso todas las miradas se fijan en ella”, argumenta Gerardo Correas. “Pero actúa con naturalidad y de manera correcta”.

Protocolo

¿Cometió algún fallo la primera dama francesa? Ninguno, opinan todos. “Estuvo impecable”, remarca García-Calvo. “Ni siquiera cuando saludó a la reina con dos besos en lugar de la reverencia”, añade Correas.

Conclusión

“Carla nos ha dado a todos una lección de estilo”. Así resume Carlos García-Calvo el paso de la Bruni por España. Por si quedan dudas, algunos de nuestros expertos se han atrevido a puntuar el look de las dos mujeres en la cena de gala. El resultado es contundente. 9,3 de media para Carla y un 6 justo para la princesa de Asturias. La frase de Carmeron lo resume todo: “Letizia estuvo correcta. Carla, perfecta”.