¿Qué tienen en común Elizabeth Taylor, Rachida Dati y Michelle Obama? Que las tres son, o han sido, grandes seductoras. Cada una a su manera y cada una en un terreno distinto, pero las tres han sabido meterse en el bolsillo a sus objetos de deseo. Hay más ejemplos. La periodista y escritora española Vis Molina, autora de Seductoras, vidas y logros, nos cuenta quién es quién en el arte de la seducción, sus secretos y todo lo que han conseguido gracias a ello.
Antes de empezar a dar nombres, tomémonos unos segundos para definir qué es la seducción. ¿Es un término positivo o negativo? “Estoy de acuerdo en que en el fondo se trata de convencer al otro, de ganártelo, de conseguir ciertas cosas que quieres, pero esto no tiene por qué ser algo negativo. Al revés, creo que es una cualidad que tienen algunas personas”, defiende Vis Molina.
Admite que hay algunos casos en los que no está claro. Por ejemplo, Carla Bruni. “Ésta sí que es una seductora en el mal sentido, diría yo. Ha sabido utilizar sus artes para conseguir a hombres muy poderosos”. Y como la lista de conquistas es larga, la periodista no tiene ningún reparo en calificar a la esposa del presidente francés como una “devora-hombres”. Eso sí, advierte la escritora, a la Bruni “le gusta el poder” de modo que “ya veremos por dónde sale [cuando Sarkozy deje de ser presidente]”.
Otro ejemplo: Wallis Simpson, la mujer por la que Eduardo VIII dejó, en teoría, el trono al tratarse de una mujer divorciada. “Aquí sí que hablaría, quizás, de malas artes tal y como se entiende. Era una mujer muy obsesionada con el dinero y con ascender socialmente, y lo embaucó”. Hasta el punto de abdicar por amor aun a sabiendas de que ella lo engañaba con otro, según cuenta la periodista en su libro.
También están las que consideran que el fin justifica todos los medios, como es el caso de Elizabeth Taylor. “No tenía miramientos cuando ponía a un hombre en su disparadero”, dice de esta legendaria seductora. Lo demostró al casarse con Eddie Fischer, el marido de su amiga Debbie Reynolds y a su vez íntimo de Mike Tood, anterior esposo de la Taylor, fallecido seis meses antes del nuevo enlace de la actriz.
O las que utilizan sus dotes para conseguir algo. Algunas, por ejemplo, buscan provocar a los hombres, como era el caso de Ava Gardner y Grace Kelly. Esta última iba incluso más allá. Con sus conquistas “buscaba el afecto que su padre nunca le dio. Por eso se fijó siempre en hombres poderosos y mayores, y tuvo muchas relaciones con hombres casados”, dice de la actriz y posteriormente princesa de Mónaco, a quien considera una mujer “exquisita y muy delicada pero con una personalidad mucho más apasionada de lo que su físico hacía sospechar”.
Sofía Loren, por su parte, utilizó sus armas de seducción para conseguir que Carlo Ponti dejase a su esposa. La actriz, que tenía “un cuerpo de mujer apasionada pero una mente muy cerebral y muy analítica”, aprovechó los sentimientos que Cary Grant sentía hacía ella para darle celos al productor. Funcionó.
Luego está Jackie Kennedy que se fijó en Onassis y se casó con él porque, tal y como le dijo a Truman Capote tras la muerte del presidente Kennedy: “No puedo casarme con un dentista de Nueva Jersey”. “Era una mujer muy obsesionada con el dinero y muy cerebral”, dice la periodista.
Pero si hablamos de dinero hay que hablar de Coco Chanel. Su familia era pobre y tras la muerte de su madre se crió en un orfanato, “pero ella tenía claro que quería progresar y para ello se fue apoyando en sus amantes, hombres con dinero y posición que pudieron ayudarla, aunque luego les devolvió los préstamos”. El caso de Coco es atípico. “Estaba enamorada de ellos pero sabía escoger bien a los hombres que podían ayudarla”. Molina define a Chanel como “un fenómeno”. “Era una mujer muy inteligente y con mucho carácter, siempre creyó en si misma y todo lo que consiguió fue gracias a su esfuerzo, ambición y trabajo”.
Otro caso parecido es el de Rachida Dati. La ministra de Justicia francesa ha ido escalando en su vida profesional con la ayuda de varios hombres, al parecer, gracias a su carisma. “Ella sabía en qué veladas o conferencias podía encontrar [a los hombres que podían ayudarla]. Iba allí, intentaba acercarse, se presentaba y les convencía de su valía”. “Sabe lo que quiere y va a por ello”, sentencia la escritora. Y eso que Rachida no lo tenía fácil: “Es mujer, magrebí, tenía muchos condicionantes en contra, pero es trabajadora, quería llegar muy lejos y ha conseguido muchas cosas”.
Entonces ¿la seducción es el camino más corto para llegar a la meta? No, responde. “A veces para seducir a alguien tienes que emplearte a fondo. No es un camino corto y directo, sino una carretera con curvas”.
Y para ser una seductora ¿hace falta tener un cuerpo y una cara de infarto? Tampoco, defiende la periodista. La inteligencia es más sexy. Por eso Vis Molina incluye en su libro a la mismísima Camilla Parker-Bowles.
_PREGUNTA. ¿En serio Camilla es una seductora?
_RESPUESTA. Sí. Si no, no se explica lo del príncipe Carlos, que dejó a una mujer joven y guapa que supo seducir al pueblo por una mujer más mayor y con un físico precisamente no muy delicado. Por lo que he leído de ella, desde muy joven tuvo éxito entre los hombres porque explotaba ser una buena camarada. Tiene sentido del humor, monta a caballo, le gusta la naturaleza… Creo que [el príncipe y ella] deben de tener una relación muy de camaradas, les deben de unir muchas aficiones y se lo deben de pasar muy bien juntos. Esto es lo que les ha unido a lo largo de todos estos años.
Otra seductora que tampoco nació agraciada, aunque más tarde se convirtió en un cisne, es María Callas.
_P. ¿Quién sedujo a quién? ¿Onassis a La Callas o La Callas a Onassis?
_R. Yo ahí creo que fue un juego de seductores natos. Fue como dos almas gemelas que se reconocen.
_P. María Callas, Jackie Kennedy… ¿Onassis era un seductor?
_R. Aunque el físico no le acompañase, era el seductor clásico: el que te llena de flores, de abrigos de pieles… A María Callas la persiguió por todos los escenarios hasta que la hizo suya.
Y eso que a Onassis no le gustaba la ópera…
_P. ¿Y Sarkozy? ¿Él también es un seductor?
_R. Yo creo que sí. Dicen que en la velada en la que conoció a Carla Bruni, se comportaron como dos pavos reales cuando empiezan a mostrar sus plumas. A ver quién podía con quién.
El juego de la seducción no se reduce solamente a dos personas. También están los que son capaces de seducir a las masas. En su libro, Molina incluye a unas cuantas: Evita Perón, que supo ganarse al pueblo; o Michelle Obama, que ha conquistado al público con su franqueza. “Creo que es una mujer sin dobleces, sabe explotar su físico, parece segura de si misma, tiene fuerza”, dice la escritora de la primera dama estadounidense.
Y por supuesto, Carla Bruni, que no sólo sabe conquistar a los hombres sino también a sus súbditos.
_P. ¿Cómo ha logrado la Bruni ganarse a la gente?
_R. Debe de ser hábil. Yo creo que ha estudiado lo que el pueblo francés necesitaba ─ una mujer que simbolice el saber hacer, el refinamiento, lo chic ─, y ha sabido encarnarlo. Sonríe, no mete la pata, habla idiomas. Queda bien.
¿Saber seducir es sinónimo de felicidad? No tiene por qué. Muchas de estas seductoras no lo fueron o no lo son. En algunos casos la habilidad de seducir es incluso un arma de doble fuego, como lo fue para Marilyn Monroe, una de las grandes seductoras del siglo XX. “Marilyn fue víctima de su propio poder de seducción”, opina la escritora. Y eso que, según Molina, lo que la actriz buscaba en sus conquistas era afecto.
_P. ¿De todas las mujeres que aparecen en su libro, cuál es su preferida?
_R. Ava Gardner. Ella es la seductora con mayúsculas. Es verdad que tenía una belleza espectacular pero además era una mujer apasionada, muy vital y se lo pasaba muy bien en la vida. Y eso lo sabía transmitir. Tenía una personalidad arrolladora y se metía a todo el mundo en el bolsillo. Ése era su punto fuerte. También siento debilidad por Coco Chanel. Las dos fueron mujeres carismáticas.