A la sombra de Letizia

Monarquía española

La boda de los príncipes de Asturias relegó a las infantas Elena y Cristina a un segundo plano. Pero lejos de convertirse en las dos hermanastras de la Cenicienta, en los últimos años han emergido con nuevos looks y nuevas vidas. Cristina ha sido la última en sumarse. La hija menor de los reyes de España se marcha a los Estados Unidos, dejando atrás los negocios polémicos de su marido. Jaime de Marichalar, por cierto, también se apunta al cambio.

La revista Vanity Fair lo tuvo claro este año a la hora de elaborar su lista anual de las mujeres mejor vestidas. Letizia, era una de ellas. En España, pasa algo parecido. La esposa del príncipe también aparece entre las primeras de la lista. Su inclusión ha desplazado, sin embargo, a la otra mujer de la Familia Real que hasta el momento reinaba entre las más elegantes: su cuñada la infanta Elena.

Si a ésta le molesta o no este desplazamiento, no lo sabemos. Pero tanto ella como su hermana tienen asumido que los protagonistas son los príncipes de Asturias y sus hijas, porque para algo ellos son los herederos.

Ellas, mientras tanto, continúan con sus vidas. Lejos de languidecer a la sombra de palacio – o de Letizia – las dos hermanas mayores del príncipe han tomado las riendas de su vida, empezando por un cambio físico, mucho antes, incluso, de que la mujer de su hermano apareciera en sus vidas. Las hijas de Don Juan Carlos y doña Sofía han recorrido un largo camino hasta mostrarse en bikini y sin complejos pasados los cuarenta.

Primero fue el cuerpo. Aunque en la Casa Real la práctica del deporte parece casi una obligación – Elena es una experta amazona y Cristina fue miembro del equipo olímpico de vela en Seúl – no es ningún secreto que las dos hermanas tienen que luchar para mantener los kilos a raya.

“Son grandotas y de buen comer, así que les cuesta mantener el tipo”, cuenta la conocida periodista española Paloma Barrientos.

En la biografía no autorizada de la infanta Elena, su autora, Carmen Duerto, también contaba los sacrificios a las que se sometía la primogénita de los reyes. “Ha probado todas las dietas que hay en el mercado: la dieta de la alcachofa, el biomanán…”, contó la escritora a Caras en una entrevista en marzo.

Aunque nunca ha trabajado con ellas, el entrenador personal Jimmy Roca asegura que las infantas trabajan duro en el gimnasio. “Están mucho más estilizadas. Tienen los hombros y los tríceps más desarrollados. También han mejorado mucho la zona del abdomen pese haber sido madres, con lo cual deben de estar combinando Pilates, que trabaja mucho la zona media, y pesas para el resto del cuerpo”, dice Roca, quien está bastante seguro de que las infantas se están dejando asesorar por entrenadores físicos.

Cristina, por su parte, también se preocupa por su rostro. Hace años se sometió a una operación quirúrgica para quitarse la miopía y, según Barrientos, es una asidua a los tratamientos estéticos. “Ácido hilaurónico, vitaminas… La mejoría se nota. Antes tenía líneas de expresión más marcadas”.

¿Y al igual que Letizia, han sucumbido las dos hermanas a la cirugía? Parece ser que no, dice la periodista. “Es más, cuando salió la noticia de que la princesa se había operado la nariz, se cabrearon al escuchar que ellas también se habían operado”, asegura Barrientos.

El vestuario de las hermanas también ha sufrido transformaciones con el tiempo. En los años 80, en plena juventud, las dos infantas se caracterizaron por sus peinados capeados y sus vestidos de princesa. “Mucha de la ropa que se ponían era herencia de su madre,  y eso les hacía parecer más mayores”, opina la periodista.

Hoy su imagen es más actual. “Antes llevaban ropa de texturas más rígidas y ahora se visten con tejidos más sedosos”, explica la estilista Elisabet Olivé. El cambio se nota sobre todo en los escotes. “Antes eran más principescos: cuadrados… ahora se permiten llevar escotes en pico, palabra de honor, con tirantes…”

“Han pasado de sser criticadas a elogiadas”, dice la asesora de imagen Silvia Mazzone. “Han madurado con mucha más gracia de la que muchos esperaban”.

La primera hija de los reyes pasó de ser un patito feo a una de las mujeres más elegantes de España a mediados de los noventa cuando su entonces marido, Jaime de Marichalar – gran amante de la moda –, y una amiga de la infanta, estilista de profesión, empezaron a meter mano en su armario.

Lo más llamativo fue la inclusión de Christian’s Lacroix en su vestuario. A pesar de su estilo conservador, los nuevos diseños que lucía potenciaban sus dos puntos fuertes: “su escote y sus piernas”, opina Olivé. Los complementos también le ayudaron. Las pamelas de Elena causan sensación cada vez que las lleva.

Si a ello añadimos que por fin le ha dado un respiro a su sempiterna trenza – “es fundamental que se la haya quitado”, sentencia Barrientos – el cambio de look en la infanta ha sido total. “Ahora se preocupa más por su imagen y se arregla más porque se siente mejor de ese modo”, afirma la periodista.

¿Sin Marichalar a su lado, ha perdido puntos?”. No, dicen todas las fuentes consultadas. “Ha dejado un poco de lado la sofisticación – reconoce Mazzone – pero no por eso ha dejado de vestir de manera elegante. Jaime fue un estupendo asesor de moda, pero Elena fue una buena alumna”.

Mazzone, Olivé y Barrientos también coinciden en que detrás de un vestido, hay una buena percha. “Tiene un buen tipo y por eso la ropa le queda tan bien”, dice Barrientos. “Sin el porte que tiene la infanta, sólo elogiaríamos al diseñador”, remata Mazzone.

Cristina, por su parte, a pesar de ser más “caballota” y tener un estilo más “doméstico”, como la define Barrientos, ha logrado con el tiempo suavizar su imagen. “La práctica constante de Pilates ha hecho que su silueta se estilice. Además viste con prendas más sinuosas y esto hace que tenga una imagen más femenina”, explica Olivé, cofundadora de la empresa ¿Qúe me pongo?

¿La llegada de Letizia les ha servido para ponerse las pilas? “No creo. Al contrario”, opina Barrientos. Si La princesa de Asturias acostumbra a repetir vestuario en los actos públicos, “ellas no lo hacen para distinguirse de Letizia ”.

Pero Elena y Cristina no sólo han revolucionado sus armarios. También sus vidas personales han experimentados cambios más acordes con los de la sociedad actual.

Ambas trabajan desde que terminaron sus estudios. Elena, con titulación de maestra, es actualmente la directora de proyectos sociales de la fundación MAPFRE. Cristina, por su parte, es la directora del área social de la fundación de la entidad bancaria La Caixa.

Las dos van al supermercado cuando hace falta y van a recoger a sus hijos a la salida del colegio.

La infanta Elena, además, ha sido la primera en dar el paso de separarse – que no divorciarse (la Familia Real todavía no está preparada para ello) – de su marido, previo consentimiento del Rey, por supuesto.

“Se siente algo decepcionada, porque se casó pensando que sería para toda la vida. Además, es una mujer de fuertes convicciones religiosas”, contaba Carmen Duerto a la revista.

Pero la vida sigue y la de la infanta también. Recientemente sus dos hijos y ella se han mudado a un piso cercano al parque de El Retiro en Madrid, un poco más humilde que la vivienda que compartió con Marichalar en la exclusiva calle de Ortega y Gasset.

Quien también se ha mudado de casa es la infanta Cristina. En su caso, el cambio no ha sido sólo de barrio. Sino de ciudad, país e incluso continente. Desde hace unos días, ella, su marido – Iñaki Urdangarín –, y los cuatro hijos de la pareja, han trasladado su residencia a Washington, donde Iñaki asumirá su cargo de consejero internacional de la compañía Telefónica. La infanta, por su parte, espera continuar con su trabajo en La Caixa a distancia.

Los negocios de Iñaki

Su llegada a Estados Unidos cierra, por ahora, una etapa en la que la imagen de Iñaki se ha resquebrajado ante los medios tras salir a la luz sus negocios. La imagen de la infanta no ha sufrido tanto, pero tal y como opina la conocida periodista y escritora Carmen Rigalt, “creo que la Familia Real ha querido poner un poco de mar de por medio”.

La caja de truenos se abrió en el año 2005 cuando la pareja decidió comprarse una casa en Pedralbes, el barrio más exclusivo de Barcelona, ciudad en la que vivían hasta ahora la pareja y sus hijos. La noticia hizo furor entre los medios al saberse que la casa estaba valorada en más de seis millones de euros, una cifra desorbitada para una pareja que, aún siendo real, vivían del sueldo de un relaciones públicas y de la responsable de una fundación social. ¿Cómo podían permitirse esa casa? Los periodistas no se quedaron quietos y empezaron a averiguar de dónde venía el dinero.

Iñaki, de 41 años e hijo de un ingeniero industrial vasco, era un deportista profesional – miembro del equipo olímpico español de balonmano – cuando conoció a la infanta. Tras su boda con Cristina en 1997 abandonó el deporte y empezó su andadura profesional en el mundo de los negocios, participando como accionista en varias empresas, algunas de ellas dedicadas al marketing deportivo (actualmente ya no está vinculado a ellas). En aquella época fue también vicepresidente del Comité Olímpico Español. Ya entonces algunas voces criticaron que mantuviera un cargo de tanto relieve dados sus intereses profesionales en el mundo del deporte. Pero la cosa no fue a más.

El verdadero escándalo se produjo en 2006, cuando Iñaki ya se había convertido en un especialista de las relaciones públicas. El marido de Cristina era entonces el presidente y cofundador de la Fundación Nóos, una empresa dedicada al patrocinio y a la organización de foros en el ámbito deportivo. Su imagen quedó cuestionada ante la opinión pública cuando se supo que la empresa había recibido más de un millón de euros por organizar un foro en Mallorca y una cifra similar por organizar otro en Valencia. Aunque se habló de lo excesivo de las tarifas, aquí el problema era que el dinero provenía de las arcas públicas del estado ya que los gobiernos regionales de Mallorca y Valencia eran quienes habían contratado sus servicios. Lícito, sí, pero que un miembro de la Casa Real manejara tanto dinero público comprometía la imagen de la monarquía.

Aquello no gustó al Rey. Don Juan Carlos no dudó en darle un toque de atención a su yerno. “Le dijo que tenía que salir de ahí”, cuenta Juan Luís Galiacho, uno de los periodistas de investigación más prestigiosos del país. Dicho y hecho. Semanas después del escándalo, Urdangarín dejó la presidencia de la compañía.

Las investigaciones también sacaron a la luz una empresa dedicada a las relaciones públicas – hoy extinguida – en las que aparecían como accionistas su esposa y sus dos hijos mayores. Un negocio legal, pero que, al estar involucrada la hija del rey, tampoco era bueno para la imagen de la monarquía.

El debate no se hizo esperar. ¿Debía Iñaki participar en esta clase de negocios dada su posición social? Galiacho lo tiene claro: “¿Tú crees que es normal que el yerno del rey tenga una inmobiliaria?”, dice en alusión a otro negocio – todavía activo –  dedicado a la compraventa y alquiler de pisos en la isla de Mallorca.

Tras el desastre de la Fundación Nóos, le llegó una oferta de la empresa Telefónica.

¿Se ha beneficiado Iñaki de su relación con la Familia Real? Por supuesto, afirman las fuentes consultadas. Las puertas parece ser que se abren cuando uno pasa a formar parte de la Casa Real. Tener como asesor a un miembro de la monarquía es un buen reclamo. “Es verdad que en las empresas siempre hay cargos de representación, pero él no tiene un currículum académico para estar en una compañía como Telefónica. ¿Qué sabe él de telecomunicaciones?”, se pregunta Galiacho, autor del libro Los herederos del gran poder.

Iñaki, además, ha sabido aprovechar las ocasiones. “Le gusta la pasta. Es un trepa. Él sabía adonde tenía que ir”, asegura el periodista. “Cuando conoció a la infanta él no era nadie. Era sólo un jugador emblemático dentro de su equipo. Ha aprendido a hacer business”.

¿Y qué pasa con la imagen de la infanta Cristina? Como dice Rigalt, el matrimonio tenía todas las papeletas para ser la pareja modelo: discretos, cordiales con la prensa, con cuatros hijos rubios con ojos azules… ¿Se ha resentido su aura? “Les ha salpicado,  pero han seguido teniendo un comportamiento discreto y gracias a ello no les ha afectado mucho”, opina la escritora.

Urdangarín, de todos modos, no ha sido el único en conseguir beneficios. El otro yerno del rey, Jaime de Marichalar, también vio como sus finanzas mejoraban tras casarse con la infanta Elena. De ser un empleado de banca pasó a ser presidente de la Fundación AXA, miembro del consejo de administración de compañías como Loewe, y asesor en varias entidades como el banco de negocios Credit Swiss o el grupo LVMH (propietario de las marcas Chistian Dior, Louis Vuitton o Lacroix, entre muchas otras).

Si Iñaki lo buscó más a propósito, Jaime parece ser que simplemente se dejó querer, opina Galiacho.

Marichalar, por cierto, también se encuentra estos días en un proceso de reajuste. Sus negocios han soportado bastante bien la noticia de su separación matrimonial. Su agenda social, en cambio, parece ser que sí se ha resentido. “Los doscientos íntimos que le bailaban el agua y le decían lo guapo, alto y encantador que era se redujeron notablemente”, escribía Barrientos en la Web Vanitatis hace unos meses. Su relación con la Casa Real también ha cambiado. Sus encuentros con su familia política se reducen a aquellos actos en los que sus hijos son los protagonistas. Como el pasado mayo, cuando la benjamina de los duques de Lugo, Federica, tomó la primera comunión. Las distancia entre los todavía conyugues se podía palpar en cualquier de las imágenes que se tomaron del encuentro.

Aparte de sus hijos, Jaime se dedica por ahora a sus negocios. También a la moda, por supuesto. Es una de sus pasiones. De hecho, en algunos casos, negocios y moda son casi lo mismo ya que aparte de su relación con LVMH, Marichalar es uno de los socios de la tienda de zapatos de Manolo Blahnik en España.

En su tiempo libre, Jaime aprovecha para viajar a sus ciudades preferidas, donde da rienda suelta al fashionista que lleva dentro. El pasado mes de febrero, en Miami aparcó la imagen de dandi a un lado y se atrevió con un pantalón rojo, una camisa ceñida de color rosa, sandalias de estilo romano y maxibolso de Louis Vuitton. Unas gafas de sol, pulseras de cuero y el blue-tooth del teléfono móvil completaban el atuendo.

Nueva York y París son dos de sus destinos habituales. De hecho, en la capital francesa es donde más se prodiga públicamente, sobre todo en época de desfiles, donde nunca falla a la cita.

Hace un año se rumoreó una posible marcha a la ciudad del Sena. No en vano, él vivía allí cuando conoció a la infanta Elena. Está por ver si Jaime también se muda algún día a otro país para iniciar una nueva vida.