El cantante Julio Iglesias puso de moda sus zapatos hace casi tres décadas y hoy son los preferidos de Flavio Briatore, Sarkozy y Oriente Medio. Jesús Canovas forma parte del selecto club al que pertenecen maestros artesanos como Salvatore Ferragamo o Louis Vuitton. CARAS descubre el secreto de su horma.
Corría el año 1984 cuando el zapatero Jesús Cánovas (Murcia, 1944) diseñó un par de zapatos especiales para si mismo. Tras verlos el jefe de ventas del Corte Inglés, cliente ya entonces del artesano, terminó haciendo una pequeña remesa para venderla en la madrileña tienda del Paseo de la Castellana. Fue entonces cuando los vio Julio Iglesias. El cantante, que suele renovar su vestuario en estos grandes almacenes, compró unos y tras probarlos se quedó con “todos los pares que habían de su número, en los cinco colores disponibles”, recuerda hoy Cánovas. Al poco tiempo le pidió 125 zapatos, 25 de cada color. Desde entonces le encarga una media anual de 100 pares.
Julio Iglesias ha sido decisivo en la carrera de este murciano, y no sólo porque su pedido habitual le reporte buenos ingresos, sino también porque el cantante le ha regalado una publicidad impagable hablando maravillas de ellos tanto en la Jet-set de Marbella como incluso la mismísima Casa Blanca, donde ha llegado a regalar hasta 60 pares.
El boca a oreja de Julio Iglesias y el hecho de que los zapatos de Jesús Cánovas sólo se vendan en las mejores boutiques de moda y en los hoteles más lujosos del mundo (el Byblos de Saint Tropez, el Crillon de París, el Burj Al Arab de Dubai…) le ha reportado una buena clientela en la que no faltan actores de Hollywood como George Clooney, cantantes como Luís Miguel, mandatarios como Putin, miembros de la realeza, magnates y jeques árabes.
De muchos de ellos se entera por la prensa. “Son las tiendas las que nos llaman para decirnos que Michael Douglas, Hugh Grant, o Aznar (el ex presidente del Gobierno español) acaban de comprarse unos mocasines”, nos explica Cánovas en su oficina de Elche, una ciudad costera del este de España dedicada tradicionalmente al calzado. A veces, ni siquiera cuando le hacen un encargo sabe para quién son. Como le pasó con Brad Pitt, que lució sus slippers (mocasines de terciopelo) en la última edición del Festival de Cine de San Sebastián por cortesía del hotel en que se hospedaba. “Los del hotel nos pidieron unos zapatos con las iniciales bordadas BP, pero no nos dijeron para quién eran. Pensábamos que serían para British Petroleum”, recuerda divertido. “Nos dimos cuenta de que eran para el actor cuando salió en las revistas”. En otros casos, lo adivinan por intuición, como cuando el Eliseo les hace un pedido. “No nos dice para quién son pero, por el número y las alzas, sabemos que son para Sarkozy”.
Cánovas y su hijo, también llamado Jesús y actual gerente de la firma, también utilizan la estrategia de regalar zapatos a la Familia Real española o al propio Papa. “Cuando hacemos un modelo nuevo le enviamos un ejemplar al rey, a la reina, al príncipe y a las infantas”, cuenta el zapatero, que tiene la medidas de todos ellos.
_PREGUNTA. ¿Y a Letizia, ella que es una fetichista de los stilettos?
_RESPUESTA. A ella todavía no le hemos mandado ninguno, pero cuando se me ocurra alguno, de algún color clásico, se los mandaré – sonríe Cánovas padre.
En el caso del Papa tuvieron que rectificar, sin embargo, el modelo porque el pontífice no puede llevar el anagrama de ninguna marca y, al parecer, solo calza modelos de color burdeos.
¿Pero qué tienen los zapatos de Jesús Cánovas que los hacen tan especiales? En el caso del modelo Julio Iglesias – así es como han bautizado al diseño que les ha dado fama – el éxito radica en que se trata de un zapato “ideal” para el verano o los climas calurosos. Un calzado hecho con cuero extrafino, muy ligero y que ocupa muy poco peso en la maleta. Es por ello que el zapato, que cuesta 110 € y ha sido copiado por otras marcas, hace furor en la Costa Azul, el Caribe y entre los jeques de Oriente Medio.
La otra gran baza son los materiales y el esmero que ponen a la hora de fabricarlos. Su modelo más espectacular son los zapatos de tacón recubiertos de cristales de Swarovski. Los brillantes se colocan uno a uno y cada par tiene un diseño exclusivo. Su precio ronda los 15.000€. Victoria Beckham y Beyoncé han brillado con ellos y la firma ha mandado un ejemplar a la franquicia Sexo en Nueva York para ver si Carrie Bradshow abandona por un día los Manolos en favor de unos Cánovas.
Además de hacer zapatos tradicionales, como el modelo Oxford y mocasines de color rosa, amarillo o turquesa, la marca es también especialista en utilizar pieles exóticas como la de foca, elefante o avestruz. “Siempre de granja, porque me parece una barbaridad matar a un animal para lucir un abrigo. Eso sí, si el leopardo se muere por causas naturales, es una pena desaprovechar una piel tan bonita”, opina Jesús padre.
Estos modelos tan exclusivos siempre se hacen por encargo. El más raro hasta el momento son los de piel de raya que le pidió Flavio Briatore. “Todo un reto porque tuvimos que cortar la piel con láser y utilizar agujas especiales”, explica el patriarca. En este caso el empresario italiano le hizo un pedido de 18 pares para ser puestos a la venta en su boutique Billionaire de Porto Cervo, en Cerdeña. El precio del ejemplar, 6.000€.
En los últimos tiempos también apuestan por los slippers, un calzado que los aristócratas ingleses solían llevar para ir por casa y que ahora famosos, como Andrea Casiraghi, lucen con esmoquin y vaqueros. La particularidad de los Cánovas es que bordan cualquier dibujo que quiera el cliente. “Desde una hoja de marihuana hasta el símbolo del conejito de Playboy, pasando por una cruz de una orden religiosa como nos pidieron hace poco”, nos cuenta el hijo.
Zapatos made in Spain
Padre e hijo sólo se dedican a diseñar, buscar los materiales y vender los zapatos, dejando la producción a varios talleres de confianza de la zona, tras verse obligados a cerrar el taller que el primero heredó de su suegro debido al coste tan elevado que supone fabricar zapatos. Puesto que sus modelos están hechos a mano en gran parte (incluso al 100% en algunos casos), se niegan a fabricarlos en países más baratos como China. “Allí no se puede controlar la producción, y si no cuidas los detalles, fracasas seguro”, asegura el padre, cuya estrategia es vender sus delicados zapatos a un público que pueda costearse los entre 110 y 380€ que cuestan los slippers y los modelos más clásicos.
Actualmente fabrican unos 60.000 pares al año. Pocos en comparación a otras marcas, aunque tampoco les interesa tener mucha demanda “porque no queremos que se queme el producto”, explica el fundador. Su filosofía es pocos y exclusivos.
La crisis la notan “menos” que otros colegas locales porque “nuestros clientes tienen un poder adquisitivo alto y por mucho que la crisis afecte a su volumen de negocios, les da para comprarse zapatos”, prosigue. El futuro, en cambio, sí que pasa por vender en países como China, “un mercado que está creciendo muy rápido, con gente con mucho poder adquisitivo”.
A sus 65 años, la jubilación aún le queda lejos. “No pienso hacerlo mientras mi cabeza y mi cuerpo funcionen porque me divierto mucho”. Su pasión se nota mientras repasamos algunos de los modelos expuestos en las estanterías de su oficina. “Cada zapato es una obra de arte, hay que mimarlo mucho y mentalizar a la persona que lo hace de que tiene entre manos una obra que algún día alguien llevará y que depende de ella”.