José Saramago abandonó este mundo el pasado junio con los honores propios de un jefe de Estado. Tan sólo un nubarrón negro manchó su despedida: el fisco español le reclama 700.000 euros por no pagar impuestos en su país adoptivo. Su viuda vive el duelo de su pérdida mientras lucha por defender el nombre del maestro y evitar, de paso, una deuda que quizás no pueda pagar.José Saramago dejó tras su muerte una herencia que nadie desea: los más de 700.000 euros que el fisco le reclama por no pagar impuestos en España. No lo hizo a propósito, pues ni el mismo conocía la sentencia. Su familia lo supo el pasado abril, dos meses antes de su fallecimiento, pero no quiso decirle nada. Acuciado por una leucemia crónica que lo iba consumiendo poco a poco, pensaron que su salud no resistiría tal noticia, según contaron fuentes cercanas al periódico El País.
El escritor, sin embargo, sabía que tenía problemas. A sus 88 años, llevaba una década perseguido por la Agencia Tributaria española por no declarar sus ingresos en el país donde residía parte de su tiempo desde hacia casi veinte años.
“Yo lo vi por última vez unos meses antes y lo vi muy mal, muy triste por cómo estaba el tema”, cuenta a CARAS el periodista y escritor Alberto Vázquez-Figueroa, íntimo amigo del portugués. “Los dos teníamos problemas con el fisco y solíamos hablar de ello”.
Comunista de corazón y alabado por sus amigos y colegas como un hombre íntegro, ¿por qué Hacienda le reclamaba dinero? ¿Porqué no pagaba impuestos? El caso es que sí lo hacía, y “religiosamente” -dice su abogado- (un adjetivo curioso teniendo en cuenta que Saramago era ateo). Pero el problema es que los pagaba en Portugal, su país de nacimiento, donde tenía una casa, donde estaba empadronado, donde vivían su hija y sus nietos, y donde se encontraba, según el autor de Caín, el “centro de sus intereses económicos” (entre ellos, la Fundación José Saramago). “Su casa estaba en Lisboa”, afirma rotunda a CARAS su viuda, Pilar del Río.
El fisco español, sin embargo, discrepa. Considera que el escritor debería haber declarado sus ingresos en España, donde también tenía una casa -en la isla de Tías (Lanzarote)-, donde también estaba empadronado, donde tenía tarjeta de residente español y el país donde, según Hacienda, desarrollaba su actividad económica.
La Agencia Tributaria española sabía que Saramago pagaba sus impuestos en su país, de modo que lo que le reclama es la diferencia entre lo que declaró en Portugal y lo que debería haber declarado en España. Es decir, 717.651,78 euros, una cantidad que corresponde a los años cuatro años que discurren entre 1997 y 2000.
Saramago siempre se negó a pagar dicha cuantía, de modo que el caso llegó a la Audiencia Nacional, la cual se decantó en abril a favor de Hacienda. La familia, descontenta con la resolución, recurrió la sentencia ante el Tribunal Supremo -máximo órgano judicial en España- dos días antes de la muerte del escritor sin que éste supiera lo que estaba pasando a su alrededor.
La pregunta a la que ahora debe enfrentarse el Supremo es ¿dónde vivía Saramago? ¿En Lisboa o en Tías?
José Saramago llegó a las Islas Canarias en 1993 tras la publicación de su obra El evangelio según Jesucristo, una novela de ficción en la que reinventó parte de la historia del Nuevo Testamento y sus personajes. El libro fue un escándalo para los católicos, que tildaron la obra de “blasfemia”. Incluso el gobierno luso prohibió que el libro optase al Premio Europeo del Año.
Este gesto coincidió con el inicio de su relación con la española Pilar del Río, una periodista granadina que terminó convirtiéndose en la traductora al español de sus libros. Ambas circunstancias propiciaron su establecimiento en Lanzarote, la tierra donde nació y murió uno de sus héroes: el artista César Manrique. La isla le ayudó a curar las heridas, como dice su amigo y periodista Juan Cruz, pero nunca abandonó la casa de Lisboa, “que tanto amaba”, dijo el día de su muerte.
“Su ruptura con el Gobierno de Portugal no significó la interrupción de los lazos vitales y económicos que le unían con el territorio portugués”, explica el comunicado difundido por Cuatrecasas, su bufete de abogados. El propio Saramago negó haber huido en una entrevista al periódico El Mundo hace una década. “He vivido en Portugal toda la vida, 70 años (…) Las circunstancias me llevaron a vivir aquí en Lanzarote. Nunca hubo ruptura con mi país: voy a Lisboa todos los meses. De exiliado, nada”. De hecho, después de su llegada a Tías, fue candidato en hasta tres ocasiones a las elecciones europeas en la lista del Partido Comunista de Portugal y es en su país de nacimiento donde reposan sus cenizas. Argumentos, sin embargo, insuficientes para la Audiencia Nacional a la hora de probar que Saramago pasaba más tiempo en Portugal que en España.
Determinar el lugar donde Saramago vivía es difícil, alega la familia. “Incluso la Audiencia Nacional reconoce que es imposible saber dónde pasaba más tiempo puesto que viajaba mucho”, cuenta a CARAS Andrés Sánchez, socio de la firma y abogado del escritor.
El otro pilar sobre el cual recae el caso es su lugar de trabajo. ¿Dónde escribía sus obras, en Portugal o en España? “Sólo Pilar sabe dónde escribía su marido”, confesó el letrado al periódico Público. “Ella dice que, debido a sus viajes continuos, escribía donde le tocaba».
¿Y su dinero, dónde estaba? La editorial portuguesa Caminho era la encargada de canalizar los ingresos que generaban sus obras y le entregaba al escritor la parte que le correspondía. No tenía empresas en España “ni estructuras raras de sociedades”, dice su abogado. Lo que sí tenía en Lanzarote era una cuenta bancaria donde recibía el dinero que le pagaban por sus charlas y por sus artículos en la prensa española. Aunque, según Sánchez, “no hay nada malo en tener una cuenta en España si luego ese dinero se declara en Portugal”.
¿Podría Saramago haber escogido Portugal para beneficiarse de unos impuestos más bajos? “Eso no lo haría jamás”, defiende Pilar. “Para él los deberes cívicos eran tan importantes como los derechos”.
A la espera de que el Supremo dicte una nueva sentencia, una duda se cierne ahora sobre su viuda y heredera: ¿Puede Pilar hacer frente a tal suma de dinero? Considerado como el maestro de las letras portuguesas y ganador del premio Nóbel de Literatura en 1998, José Saramago era un escritor de éxito entre el público. Sólo en español ha vendido más de cuatro millones de libros, según Alfaguara, su editorial para España y Latinoamérica. La veintena de premios que ha ganado a lo largo de su carrera también ampliaron sus bolsillos. El premio Nobel, el galardón mejor pagado del mundo, está dotado con diez millones de coronas suecas, alrededor de un millón de euros, un cuarto más de lo que ahora el fisco le reclama.
Aún así, “dudo mucho que Pilar tenga dinero para pagar esa deuda”, opina Vázquez Figueroa. “Y más después de todo el dinero que invirtieron en la biblioteca”.
El escritor canario, vecino de Saramago en Tías – “cenábamos juntos, éramos como de la familia” – se refiere a la biblioteca privada que la pareja puso en marcha y en la cual el público de despidió del escritor antes de emprender el último viaje a Portugal.
Saramago fue un hombre sencillo, describen sus amigos. Y generoso, dice su esposa. Las únicas posesiones que se le conocen son sus casas de Lisboa y Tías – la biblioteca forma parte de la Fundación José Saramago.
Hijo de campesinos, José Saramago fue mecánico, funcionario, trabajador de una compañía de seguros, periodista, editor y traductor antes de convertirse en un escritor aclamado. A los 47 años se unió al Partido Comunista de Portugal, ideología que compartió hasta el final de sus días. Fruto de su matrimonio con Ilda Reis, de la que se divorció años más tarde, tuvo a su única hija, Violante, profesora y en su día concejal socialista en la capital de Madeira.
Vázquez-Figueroa también aduce a lo mal pagado que está el oficio de escritor a la hora de explicar el por qué un autor como Saramago podría tener problemas para afrontar una deuda tan alta. “No hay ningún escritor español que haya terminado siendo rico”, dice.
En el caso de España, los autores sólo obtienen el 10% de la venta del libro (un 5% si se trata de la edición de bolsillo). Sólo en el caso de que sea un famoso puede que el porcentaje aumente, explican desde una editorial española. A esta cantidad, y al adelanto que reciben antes de publicarse el libro, hay que descontar el 18% que se queda Hacienda. De este modo, el dinero que al final les llega es muy poco, denuncian los escritores.
La falta de un régimen fiscal especial es otra de sus quejas pues ello les dificulta poder justificar los gastos que conlleva escribir un libro. “Yo, por ejemplo, he ganado mucho dinero pero en ocasiones he tenido que darle la mitad a Hacienda”, dice Vázquez-Figueroa. Es por ello que afirma que hay “muchos escritores que terminan sus días en un asilo” y envidia a los que terminan creando su propia fundación, pues éstas, aparte de promover la obra, gozan de un tratamiento fiscal más ventajoso. Camilo José Cela, Antonio Gala o el propio Saramago cuentan con la suya.
¿Persecución política?
La noticia de la sentencia de la Audiencia Nacional ha provocado estupor entre los colegas de profesión y sus amigos. El director de Radiocable, Fernando Berlín, no ha tenido reparos en denunciar en su blog que el caso de Saramago “es, simple y llanamente un intento de herir su nombre dado el espíritu crítico del escritor” (los años en los que Hacienda le reclama dinero corresponden al gobierno de derechas de Aznar, si bien la sentencia de la Audiencia Nacional se ha dictado bajo el Gobierno de Zapatero).
Defensor de las injusticias y crítico con la cultura capitalista, Saramago no siempre fue bien recibido. En su faceta de periodista fue perseguido por la dictadura de Salazar y como escritor siempre tuvo en contra al Vaticano desde los días de El Evangelio según Jesucristo.
Pilar niega cualquier conspiración en este caso. “No hay persecuciones políticas, por favor”. Vázquez-Figueroa, por su parte, cree que todo es más simple: “Hacienda no es de derechas ni de izquierdas. Simplemente quiere sacar dinero y punto”. Eso sí, se siente decepcionado por el poco interés del actual gobierno español en el caso. “Este gobierno, que presume de ser muy de izquierdas, debería haberle apoyado, pero no lo ha hecho… En este país, los políticos, mucha foto, pero luego nada. Es todo muy desagradable”, suspira Alberto al otro lado del teléfono. “Mucho Nóbel, mucho luchar, mucho reconocimiento, pero para qué…”.
¿Y la familia de Saramago, qué opina del proceso? “Están dolidos porque precisamente ellos que llevan el nombre de Tías por todas partes, les tratan así”, cuenta el escritor canario. “Es triste pero lógico que Pilar quiera cerrar la biblioteca, vender la casa y marchase de allí”. La Fundación José Saramago, de la que Pilar del Río es presidenta, niega a CARAS que la biblioteca vaya a desaparecer pero admite que hay conversaciones para que pase a ser propiedad pública. Pilar, por su parte, confirma su marcha definitiva a Lisboa, donde se encuentra la sede de la fundación. “Es mejor para dirigirla”, explica. “Lo que se vaya a hacer con mi casa y con la biblioteca de ambos está por ver”.
Lo que sí queda claro es que la Agencia Tributaria española no tiene reparos a la hora de pedir cuentas a los personajes famosos. Recientemente el fisco ha imputado al actor Sean Connery y su esposa, Micheline, un delito fiscal de 1,6 millones de euros por la venta de unos terrenos en Málaga. El matrimonio arrastra además otro caso de posible corrupción urbanística por la venta y posterior uso de su antiguo chalé en Marbella. La policía, de hecho, ha bautizado la operación con el nombre Goldfinger en honor a la película del mismo título en la cual Connery interpretaba a famoso agente James Bond.
Tanto el caso de Connery como el Saramago van para largo. El bufete del escritor portugués intentará demostrar ahora ante el Supremo que el autor de El ensayo sobre la ceguera hacia tanta vida en Portugal como en España. “Puesto que no se puede determinar dónde pasaba más tiempo, al menos sí que debería reconocer que hay un empate entre ambos países”, explica Andrés Sánchez. Cuando esto sucede, «las reglas de desempate dicen que hay que decantarse hacia la nacionalidad, y en este caso su nacionalidad es portuguesa”.
Mientras los abogados preparan los papeles, su viuda recuerda estos días a su marido a través de la lectura. “Cada día leo la obra de Saramago, porque él está ahí y cada 18 días hacemos lecturas públicas y brindamos por él” en un guiño a la novela El año de la muerte de Ricardo Reis, donde el personaje de Fernando Pessoa también era agasajado con un brindis.
A Saramago le hubiera gustado asistir este verano a la presentación de su biografía La consistencia de los sueños, escrita por su amigo Fernando Gómez Aguilera. No pudo ser. Otro buen amigo de la familia tuvo el honor de presentar la obra: el juez Baltasar Garzón, actualmente suspendido de sus funciones en la Audiencia Nacional, la misma que ha condenado a Saramago. “Fue un luchador convencido de las causas justas, que nunca renunció a llamar a las cosas por su nombre” dijo el magistrado en el acto. “Era un hombre honesto, valiente y coherente”.
Tres características que Pilar lleva marcadas a fuego en su piel y que le ayudarán a afrontar cualquier reto que se le presente ahora y en el futuro. “Aprendimos mucho de Saramago como para desfallecer. Aprendimos a ser fuertes y a seguir adelante”. En cuanto a sus problemas con el fisco, confía en que todo se resolverá “con sentido común”.