Mario Testino soñaba con ser sacerdote cuando era joven. Quizás por lo bien que se le da escuchar a la gente y guardar sus secretos. Un don que le ha permitido captar la vulnerabilidad de toda clase de reinas a través de su cámara. La Iglesia se perdió a un religioso pero la industria de la moda ganó un dios. Treinta años después de empezar a fotografiar modelos, el museo Thyssen-Bornemisza rinde homenaje a su capacidad para desnudar el alma. Todo o Nada se llama la retrospectiva. CARAS repasa cómo Mario Testino lo ha conseguido todo.
Mario Testino (Lima, 1954) suele contar que durante la sesión fotográfica para el álbum Ray of Light de Madonna, ésta decidió que ya era suficiente. Mario todavía no había conseguido la foto definitiva pero a la cantante le daba igual. “Trabajas para mí y yo digo que hemos terminado”, sentenció la reina del pop. Cualquier mortal le hubiera dicho sí, bwana, pero el peruano no se dejó intimidar y sin perder la sonrisa le respondió: “No, seguimos”. Por supuesto, la foto buena surgió después.
“Estas personas se sienten a gusto cuando alguien las trata de igual a igual”, dijo sobre ella a The Telegraph el año pasado. Puede que tenga razón, pero hay que reconocer que sólo unos cuantos pueden poner en su sitio a la diva. Quizás sea porque Mario es íntimo suyo. Cuando los paparazzis hacían guardia fuera de la casa de la cantante para fotografiarla embarazada de su hija Lourdes, él estaba dentro haciéndole fotos a su barriga.
Ésa puede que esa sea la mayor diferencia entre Mario Testino y el resto de fotógrafos, pues este gentleman latino, como lo describen sus conocidos, gana amigos cada vez que dispara su cámara.
Tras tres décadas de flashes a sus espaldas, ha fotografiado a todas las celebrities del mundo: Claudia Schiffer, Oprah, Mick Jagger, Lindsay Lohan, Suri… Incluso firma las tarjetas navideñas del príncipe Carlos y sus hijos. “A Mario le gustan todo tipo de personas. El surfero de Malibú, la Reina de Inglaterra, el punk de Moscú o el travestido de Río”, cuenta a CARAS su antiguo asistente Alexi Lubomirski; pero son los famosos quienes le han otorgado el pasaporte a la fama.
Imágenes como la de Madonna embarazada forman parte del archivo personal del fotógrafo, cerrado a cal y canto por lealtad a sus amigos. Sólo de vez en cuando, y siempre con autorización previa, comparte esas imágenes con el resto del mundo.
Cuando la edición española de la revista Vanity Fair le propuso organizar una exposición para celebrar su 30 aniversario detrás del objetivo, accedió a abrir su particular caja del tesoro para llevar a cabo un proyecto más personal y arriesgado que su exposición de retratos en la National Gallery de Londres en 2002.
La idea era mezclar algunas de las imágenes inéditas con algunos de sus trabajos más conocidos para lograr un objetivo: despojar foto a foto a Gisele Bündchen, Nicole Kidman o Cameron Díaz hasta dejar a Kate Moss desnuda en la última imagen. Pasar del exagerado vestido de alta costura (el todo) a la desnudez (la nada). Aunque para el peruano el concepto sea justo al revés: la mujer enseña su verdadera personalidad – su todo – cuando se queda sin nada. De ahí el nombre de su exposición: Todo o Nada.
El desnudo literal y metafórico es clave para este fotógrafo que, contradictoriamente, debe gran parte de su carrera a la industria de la moda. Su éxito radica en saber capturar el espíritu de la persona que está delante de su cámara, y si puede ser sin ninguna prenda encima, mejor.
Que el peruano fotografiase casi desnuda a Jennifer Aniston en el Vanity Fair de agosto de 2005 no fue casual. Era la primera vez que la actriz mostraba su dolor ante el mundo tras su ruptura matrimonial y el escándalo Brangelina. Sobraba tela.
“Mario tiene la capacidad de fotografiar los problemas, ilusiones y fantasías de quienes se sientan ante su objetivo (…) y por eso es uno de los mejores fotógrafos del mundo”, dice Reinaldo Herrera, esposo de la diseñadora Carolina Herrera, en el último número de la revista española.
¿Y ante tanto desnudo, qué opina del Photoshop? «Personalmente, me gusta acercarme a la realidad, pero es cierto que el retoque nos da una vía para soñar”, respondió en la rueda de prensa en Madrid el pasado septiembre. Tampoco puede negarse a ello. El retoque digital es casi un imperativo legal en las revistas para las que suele trabajar (Vanity Fair, Vogue, GQ, V Magazine…).
Conseguir que las mujeres más famosas del mundo se desnuden por dentro y fuera no es fácil. “El fotógrafo ha de ser medio psicólogo”, opina en la misma revista. Hablar con el personaje, hacerle reír, ganarse su confianza. “Él puede hacer que cualquiera que se ponga delante suyo se sienta la persona más bella, increíble e interesante”, explica Lubomirski, hoy uno de los nombres más en boga entre los fotógrafos de moda.
La amistad que forja a partir de entonces y el resultado sobre el papel hacen que todos quieran volver a trabajar con Testino. Algunos casi lo exigen, como Rania de Jordania, que siempre intenta que el peruano sea el autor de sus reportajes fotográficos.
Sus detractores tachan su trabajo de comercial. Tom Ford no está de acuerdo: “Mario da una versión más bella de la realidad. Sus imágenes tratan sobre no tener miedo a ser rico, famoso o excesivo. Son una celebración de la vida», ha dicho el diseñador de moda en el pasado. “Su trabajo es una visión contemporánea de los retratos que siglos atrás se hacían de la nobleza vestida con sus mejores galas”, dijo Guillermo Solana, director artístico del Thyssen, en la rueda de prensa.
Las Venus de Mario
Abandonada la idea de convertirse en cura, a Mario Testino le costó encontrar su verdadera vocación. Hijo de un empresario de origen italiano y de una madre de ascendencia irlandesa, empezó y abandonó hasta tres carreras universitarias (Economía, Derecho y Relaciones Internacionales) antes de aterrizar en Londres en 1976. Entonces ya había descubierto la moda gracias a sus viajes a Nueva York, cuando acompañaba a su padre en sus reuniones de negocios. “Allí me compraba la ropa más estrafalaria”, recordaba hace meses en el periódico El País sobre su época de zapatos de tacón y pantalones de campana de color rosa. “En Perú, eso era un escándalo”.
Tras unos primeros meses de indecisión en la capital del Támesis, finalmente escogió la fotografía como profesión. Trabajó de ayudante para el fotógrafo teatral John Vickers y hacía portafolios a aspirantes a modelo a precios irrisorios. Carolina Herrera, que lo conoció bien pronto, supo desde el principio que llegaría lejos. “Tenía algo especial. Ese charme latino que hacía que la gente adorase estar con él”, cuenta a la misma revista.
Testino cuenta con su particular trío de Gracias en su ascenso a la fama: Madonna, Diana de Gales y Kate Moss. Con la cantante obtuvo su primer gran éxito en una campaña para Versace. La segunda lo encumbró gracias al último reportaje que le hizo antes de su muerte. Un trabajo muy especial en el que Mario le cambió el peinado y el maquillaje para mostrar una imagen más acorde con la mujer fuerte y renovada que era en 1997. “Confío en ti”, le dijo ella. Nadie hasta entonces había sacado su lado más sensual y femenino. Por último, la modelo británica, su musa y su mejor amiga. La conoció cuando era una adolescente, “cuando nadie la encontraba sexy”, dice él. “Ella no es como las demás. Cuando la fotografías, ves a una chica, no a una modelo” explicó en Madrid. “Es una de las personas que más me ha influenciado, por su energía, por su curiosidad, por su sentido del humor”. Kate le corresponde de la misma manera. “Siempre serás mi número uno”, le ha dicho ella en público. Ambos han sellado su amor en el libro Kate Moss by Mario Testino, un homenaje del fotógrafo a la modelo.
En su carrera del también ha sido clave el apoyo de Anna Wintour, la persona que decide quien es quien en el mundo de la moda desde su silla de editora jefe del Vogue USA. La mujer de hielo le ha dado su bendición y muchas portadas en su revista y en las del grupo editor, Condé Nast. “Él vende sueños”, dice del fotógrafo.
Sueños aparte, su talento también ha ayudado a levantar imperios. El renacer de Gucci no hubiera sido posible, dicen los entendidos, sin los diseños de Tom Ford ni las imágenes de Testino. Su poder está por encima de la fotografía según Kate Moss, que a la pregunta hace años de quien mandaba en esta industria respondió: “Anna Wintour, Bernard Arnault, Tom Ford, Steven Meisel y Mario Testino”.
Su nombre también forma parte del Olimpo de Dioses de la fotografía que forman Helmut Newton, Irving Penn o Richard Avedon, y, obviamente, es un maestro para los recién llegados. “Mario me enseñó a obtener lo mejor de la persona a la que estás fotografiando, a cómo confiar en tu instinto y a ver la belleza en todas partes”, recuerda su discípulo, colaborador habitual del Harper’s Bazaar, la gran rival de Vogue.
Para ser un personaje tan famoso, sorprende los pocos rumores o escándalos que circulan en torno a su persona. Poco o nada se conoce de su vida amorosa. Cuando le preguntan si es gay, suele contestar que no le gustan las etiquetas, excepto Gucci. No tiene hijos, pero sí 13 ahijados, entre ellos Alex Dellal, novio de Carlota Casiraghi. Su hermana Giuliana es una diseñadora conocida en Perú y su hermano Giovanni es agente de fotógrafos en Estados Unidos.
Le gusta pasarlo bien. Sus fiestas, incluso cuando no era conocido, son legendarias. Adora Brasil. Allí siempre se sintió más libre que en Perú, dice. “La sangre de Mario es peruana, pero su corazón es brasileño”, escribió Gisele Bündchen en el prólogo del libro que el fotógrafo dedicó al país carioca: Mario de Janeiro Testino.
Pero no todo es diversión y glamour. Contribuye en muchas causas benéficas, sobre todo en las relacionadas con el cáncer, enfermedad de la que murió uno de sus hermanos siendo niño, y confiesa que pasó los primeros 15 años de su carrera endeudado con los bancos para poder conseguir el estatus que hoy tiene. Todavía continua trabajando muy duro. De lunes a domingo si hace falta. Sabe que parte de su éxito se basa en estar en el lugar y el momento adecuado. Ayer en un desfile de París, hoy en una sesión de fotos en Japón, mañana donde sea. “Viajábamos cinco días a la semana. Cuando no teníamos trabajo, visitábamos galerías, descubríamos la ciudad… Fue una escuela maravillosa”, recuerda Lubomirski.
En 2002, cuando se inauguró su exposición en la National Gallery, todos sus amigos fueron a arroparle. Kate, Madonna, Naomi, Anna Wintour, Suzy Menkes, Philip Treacy, Stella McCartney, Gwyneth Paltrow, Elton John…. Su fiesta en Madrid no ha sido tan sonada. Aparte de algunas caras de la jet set española, tan sólo Eva Herzigova y Kate Winslet aportaron la dosis de glamour internacional. Pero no importa, Mario Testino es ya tan famoso, que su sola presencia es suficiente.
A pesar de su estatus y a sus casi 56 años (los cumple a finales de octubre) su trabajo aún le apasiona. Sueña con fotografiar a Penélope Cruz embarazada y quiere publicar un libro sobre hombres. Le faltaría también realizar su propio autorretrato (¿desnudo?). Así el resto del mundo podría conocer su punto más vulnerable, su auténtica esencia, su todo.