El amante que Lorca se llevó a la tumba

Personajes

Un libro publicado en España, Los Amores Oscuros, confirma por primera vez uno de los secretos mejor guardados sobre la vida de Federico García Lorca: su verdadero último amor. Una relación que cambia todo lo dicho hasta ahora y que para el amante supuso una dolorosa carga el resto de su vida. CARAS ha hablado con Manuel Francisco Reina, autor y responsable de una hazaña que ni siquiera Ian Gibson, el biógrafo oficial del poeta, ha logrado.

Rafael Rodríguez Rapún ha pasado a la historia como el último gran amor de Federico García Lorca o, al menos, como el último gran amor conocido del poeta antes de ser fusilado por el bando de Franco el 19 de agosto de 1936. Rapún, que murió un año después en el frente, ha está considerado, por tanto, el destinatario de los Sonetos del Amor Oscuro, su obra póstuma.

Pero en 2010, a sus 93 años y en su lecho de muerte, un hombre llamado Juan Ramírez de Lucas, pronunció una frase que lo cambió todo: “Yo fui el último amor de Lorca y, probablemente, la razón de su muerte”.

No era la primera vez que este nombre aparecía asociado al historial sentimental del poeta granadino, pero nunca hasta ese momento los investigadores habían podido confirmarlo porque el propio Ramírez fue el primero en ocultarlo y porque los amigos de Lorca siempre callaron por miedo a las represalias franquistas y por lealtad al amante vivo.

Pero ahora que se ha hecho público, un escritor casi predestinado a contar esta historia, Manuel Francisco Reina, ha expuesto la relación en el libro Los Amores Oscuros. El periódico El País ha revelado material inédito en manos de los herederos de Ramírez: dibujos, un poema y la que seguramente fue la última carta que envió Lorca, fechada el 18 de julio, y que su sobrina, Laura García Lorca, buscaba desde hacía años.

Se da la circunstancia, además, de que Juan Ramírez de Lucas no era un hombre anónimo. Era un reputado crítico de arte y arquitectura del periódico ABC y otros medios especializados. De origen castellano-manchego, se trasladó a Madrid siendo estudiante para prepararse unas oposiciones en el Ministerio de Obras Públicas. A los 17 años conoció a Lorca, casi dos décadas mayor, iniciando una apasionada relación de dos años que duraría hasta el día de la muerte del poeta.

La publicación del libro, el pasado 22 de mayo, ha supuesto un revuelo en los círculos literarios y en la vida de este escritor andaluz, quien, a sus 38 años recién cumplidos, cuenta con una extensa, y premiada, producción literaria que abarca todos los géneros.

A punto de marcharse de vacaciones a su natal Jerez de la Frontera, atiende a CARAS con su habitual generosidad a la hora de compartir todos los detalles de su investigación.

PREGUNTA. ¿Cómo llega esta historia a su conocimiento?

RESPUESTA. En su lecho de muerte, Juan se lo cuenta a un sobrino, a su pareja y a una de sus hermanas, y pide que esta historia se haga pública. Un amigo mío, médico, relacionado con la familia Lorca y los Ramírez de Lucas se entera y me lo cuenta.

Ramírez no le encargó la tarea a Reina, pero que éste haya sido al final el encargado de contarlo parece cosa del destino.  “Cuando yo colaboraba en ABC, publiqué unas cartas inéditas de Juan Ramón Jiménez y el propio Juan le dijo a uno de los subdirectores del diario que le había gustado mucho mi trabajo y que le interesaría ponerse en contacto conmigo. ¡Claro que yo lo que no podía sospechar que a él le interesaba porque poseía tal legado!”. Pese a coincir en algunos actos culturales, el contacto no se produjo jamás.

P. ¿Y cómo se sintió tras conocer esta historia?

R. Pues a mí todo esto me supuso una conmoción porque en seguida me di cuenta de la importancia que tenía. Clarificaba algunas de las preguntas que los estudiosos de la obra lorquiana se habían hecho desde el principio. Primero por qué Lorca no se fue de España tal y como le recomendaron muchos amigos ante la peligrosa situación que se vivía.

Efectivamente, el país se encontraba al borde de la Guerra Civil, siendo ya una amenaza para personajes como Lorca, que no sólo simpatizaba con los republicanos sino que encima era homosexual. “De hecho, había sido tiroteado dos veces en Madrid”, cuenta el escritor. Los gobiernos de Colombia y México le ofrecieron exilio y la idea era instalarse en el país azteca, un plan que no se cumplió.

“La respuesta tiene una contestación muy sencilla y muy complicada a la vez: Federico por fin estaba viviendo la intensidad de un amor correspondido, y no estaba dispuesto a irse sin su pareja. Al ser Juan menor de edad – entonces la mayoría eran 21 años y él tenía 19 – necesitaba el permiso del padre y ese permiso nunca llega”.

La segunda aclaración es sobre el destinatario real de los Sonetos del Amor Oscuro. “Con los datos que se tenía hasta ahora, se pensaba que era Rafael Rodríguez Rapún, mientras que con un poema inédito que poseía Juan, se demuestra que iban dirigidos a él”.

Reina detalla todos los datos que lo atestiguan: el hecho de que las fechas de ambos coincidan, de que este poema – titulado Romance – haga referencia al título y algunos de los sonetos del Amor Oscuro, y, al contrario, que éstos últimos incluyan datos sobre Juan que hasta ahora no habían podido relacionarse.

Tras su investigación, Manuel es capaz de recitar de memoria multitud de versos con su voz firme acariciada por el amable acento gaditano. “Después de dos años largos de obsesión lorquiana, te puedes imaginar que me los sé de memoria”, dice entre risas el autor de la novela La Emperatriz Amarga.

Tras su primera reacción – “¡esto no puede ser!” – Reina buscó la obra de Agustín Penón, uno de los pioneros en el estudio de Lorca. Éste había entrevistado en 1955 a Pura Ucelay, una figura del teatro español de aquellos años, íntima amiga de Lorca y la persona que le presentó a Juan. Pura le habló de este último pero el escritor estadounidense nunca publicó su trabajo “porque imagínate lo que eso hubiera supuesto en la España franquista. Hubieran detenido a Juan, a Pura, etc.”, explica el autor.

A partir de ahí Manuel se puso a investigar en las hemerotecas y a contactar con el círculo de la pareja, o sus descendientes. De entre todos sobresale la familia de Luis Rosales, el poeta granadino en cuya buhardilla se esconde y detienen a Federico; la biznieta de Ascensión Rojo Madariaga, otra amiga íntima de Lorca; Marta Osorio, heredera del legado de Penón y de Emilia Llanos, la primera novia de Federico y luego amiga de por vida; y Margarita Ucelay, hija de Pura e íntima amiga de Juan, de edad similar. Todos ellos confirmaron las palabras de unos y otros y aportaron nueva información.

P. ¿Qué fue lo que más le sorprendió?

R. Primero la intensidad y el compromiso de la relación. Federico se marchó de gira a Latinoamérica huyendo de su fracaso sentimental con Rafael Rodríguez Rapún, quien, incapaz de asumir que se había enamorado de un hombre, necesitaba reafirmar su masculinidad acostándose con mujeres delante de Federico, cosa que le hizo mucho daño. A su vuelta a España, le dijo a Emilia Llanos: “Estoy cansado de historias fracasadas, de aventuras, de divertimento. Yo lo que necesito es un compañero”. Y justo entonces conoce a Juan, una especie de joven galán de cine, cultísimo, que hablaba cuatro idiomas, recitaba a Lope…

La edad no fue un problema. “Probablemente esos 17, 18, 19 años de la época fuesen los 25, 26 de ahora. Además, hay un amor a la griega en el sentido intelectual. El maestro que, además de ser amante, instruye al discípulo”. Pero la verdadera diferencia con el resto de sus parejas es que “siendo el más joven de todos, es el único que se atreve a dar el paso adelante y a llevar esta relación con naturalidad”.

La otra gran sorpresa fue descubrir que el propio Juan Ramírez falseó datos de su vida para desligarse del poeta. Por ejemplo, contaba que sólo se habían conocido tres meses “cuando los documentos lo desmienten”, apuntilla Reina. El jerezano lo atribuye a las circunstancias. “La madre de Juan – que conocía la relación – le pidió que no hiciera pública esta historia, y luego está la situación política de la época: esta condición sexual le costó a mucha gente la muerte, la cárcel o el exilio”.

Reina también habla del sentimiento de culpabilidad que arrastró Ramírez toda su vida. “Tú imagínate a esa criatura de 19 años, si no hubiese necesitado el permiso para viajar, Federico probablemente se hubiera salvado. Es una carga brutal con la que ha convivido toda su vida”.

Ramírez, que en los años 90 empezó a escribir unos diarios con la intención de publicarlos y en los que también falseó datos, sintió pena al final de su vida por no haber podido reescribirlo contando la verdad.

Ian Gibson, el biógrafo oficial de Lorca, supo de la obra de Penón gracias a terceros y en los 80 reveló la existencia de Juan en un libro “que pasó bastante desapercibido”, cuenta Reina. Una década después fue Marta Osorio quien por fin publicó el trabajo de Agustín.

Gibson intentó contactar con Ramírez varias veces. “Le escribió, le llamó por teléfono… pero Juan lo rehusó”. La sombra de su madre, que falleció a los 101 años, era muy alargada. “Y al no poder confirmarse esta historia, la última relación de la que había pruebas era la de Rapún”, explica Reina sobre el lugar que ocupa éste en la biografía del poeta. Además, “aunque Federico y Rapún rompen en el 33, mantuvieron la amistad hasta el final”, lo que pudo confundir a los estudiosos.

Al mutismo de Juan se añade el de los amigos de la época. “Esta historia la conocía mucha gente pero todos guardaron silencio para no hacerle daño a la memoria de Federico y al propio Juan Ramírez”.

A los actuales, la historia les ha dejado helados pues nada sospechaban. Luis María Ansón, director del ABC en la época de Ramírez y el responsable de publicar Los Sonetos del Amor Oscuro, ha recordado estos días la reacción del colaborador cuando salía el nombre de Lorca. “Se notaba que conocía su poesía a la perfección aunque, a veces, trascendía lo profesional y nos llevaba la contraria en observaciones personales que, a su juicio, estaban equivocadas, como que Lorca no era triste sino la persona más amable del mundo”.

Reina ha recreado la historia de forma narrativa en lugar de un ensayo. Tras dos años de investigación dice que a malas penas ha necesitado ficcionar nada. Sobre la experiencia dice que ha sido “apasionante”. “Fíjate, además, que hay algo muy emocionante y terrible a la vez, y es que Margarita volvió del exilio hace unos años y hace unos meses ha entrado en un Alzheimer terrible, con lo cual he tenido la fortuna de conocer este testimonio justo en el momento en que, o se rescataba, o se perdía para siempre”.

“Cada vez creo menos en las casualidades”, dice sobre el tema. En algunos de los testimonios que he conseguido, tengo la sensación de que han estado toda la vida esperando el momento de poder contarlo”.

Pero no todo ha sido felicitaciones. Pese a que “he sido muy concienzudo en contrastar todos los datos antes de tirarme a la piscina”, algunos historiadores como el propio Gibson criticaron duramente al andaluz antes de leer la novela. “La ignorancia del señor Reina sobre la vida de Lorca me parece extraordinaria”, dijo en una entrevista a mitad de mayo. El escritor reconoce que Gibson “dudó al principio de todo esto, pero he hablado con él estos días, hemos estado intercambiando información y se ha dado cuenta”.

También se ha encontrado con muros como la homofobia y la hipocresía. “La gente confunde el morbo con el afán por conocer a una figura como García Lorca. Si el último amor de Federico fuese una mujer, a lo mejor habría menos problemas. Es agotador seguir peleando y argumentado lo evidente”, dice el escritor.

A donde no le importa destinar energía es a su lucha para que la ley proteja documentos tan valiosos como el que alberga la familia Ramírez. “Muchas veces se ha perdido material trascendental porque los herederos no han sabido cómo gestionarlo, no han entendido la importancia de ese legado, o por una cuestión ideológica, cosa que debería quedar al margen en esta clase de personajes”. En el caso de Federico,  “Gibson me ha dicho que mucho material fue destruido por amigos ante un exceso de celo por preservar no se sabe qué intimidad”.

Por ahora ha logrado que el grupo político Izquierda Unida lleve al congreso una proposición para recuperar el material de Lorca, una propuesta que podría contar con el apoyo del Partido Socialista, hoy en la oposición.

De hecho, desde la publicación del libro no para de llegarle nuevo material como un dibujo de Juan hecho por Gregorio Prieto, uno de los pintores amigos del poeta. “Tengo la sensación de que parecía que se había escrito todo sobre Lorca y sin embargo queda mucho por saber”. Por ejemplo, en la carta inédita, escrita cuando Juan se marchó a su casa para lograr el permiso paterno, el poeta le escribe ‘no te enfrentes a tu padre, trata de convencerlo’. “Federico no quería causar esa ruptura familiar”, explica Reina. “Que Federico es un genio, lo sabíamos todos, pero sobre su generosidad emocional quizás no se había hablado tanto”.

P. ¿Recogerá este nuevo material en otro trabajo?

R. Quizás en algún momento escriba un ensayo. En mi última conversación con Gibson me dijo: ‘Te advierto una cosa, cuando Federico te atrapa en sus redes, ya no te suelta nunca, y eso te lo digo yo que llevo toda mi vida estudiándolo ’. Me pareció muy tierno que el maestro Gibson terminara haciendome esa observación”.

Y concluye entre risas: “Gibson tiene más razón que un santo, ya estoy atrapado”.

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