Así de provocativo es el mensaje de Catherine Hakim, la socióloga que ha escandalizado a las feministas anglosajonas con Capital Erótico, un libro sobre la importancia de la belleza en el trabajo y que anima a las mujeres a mejorar su aspecto y sus encantos para sacar provecho. ¿Retrógrado? No, Hakim culpa a los hombres de haber creado una cortina de humo y acusa a las feministas de respaldarlos. CARAS ha hablado con ella.
Capital Erótico arranca con una mujer que tras perder su puesto en la banca se puso a dieta, se cortó el cabello de manera más favorecedora e invirtió en un vestido caro para todas sus entrevistas de trabajo. Al cabo de tres meses tenía otra vez empleo y un sueldo más alto. Varias páginas más adelante, la autora del ensayo, Catherine Hakim, señala que el (buen) físico de Obama y el de su esposa le ayudaron a convertirse en el primer presidente de raza negra de los EEUU. Y hacia la mitad del libro afirma: una mujer que utiliza su belleza para casarse con un hombre rico no es una cazafortunas sino una mujer que sabe explotar su capital erótico.
Con tales declaraciones no es extraño que las feministas anglosajonas hayan puesto el grito en el cielo. Pero ahora viene la segunda parte del mensaje de Hakim, socióloga de la London School of Economics. Nos guste o no, dice su libro, la belleza importa, y lo que es más importante: “el capital erótico (una combinación de atractivo físico y social) proporciona beneficios y tiene valor económico”, explica la autora a CARAS.
Lo que pasa, sostiene, es que las mujeres no hacen mucho uso de ello porque los hombres no lo permiten. Puesto que las mujeres tienen poder sobre los hombres en el sexo, éstos han denigrado el capital erótico femenino para que ellas no sean conscientes de su ventaja y no se aprovechen de ello. Hakim, reivindica por tanto que las mujeres recuperen su poder y utilicen sus armas sin miedo pues los hombres sí explotan su capital erótico “logrando con ello ingresos más altos”. ¿Quién es la feminista entonces?
La escritora defiende la existencia de un cuarto poder más allá del económico, el humano y el social (o lo que es lo mismo: dinero, estudios y experiencia, y contactos sociales) al que llama capital erótico y lo conforman los rasgos faciales, la manera de moverse y hablar, el don de gentes, el carisma, la forma física, la energía vital, el humor, la ropa, el peinado, el maquillaje y la competencia sexual, entre otros. Además, con estudios y datos demuestra que no sólo importa sino que somos conscientes de ello. Si no, ¿por qué intentamos vestir bien en una entrevista de trabajo y leemos consejos para ligar?
La socióloga ni siquiera cree que la sociedad o la publicidad sean los que nos empujen a ir al gimnasio. “Nadie está presionando a nadie. Todos sabemos que ser atractivo es importante a la hora de seducir, en el trabajo y en la vida pública en general, de modo que todos intentamos tener buen aspecto y desarrollar nuestros encantos y habilidades sociales”, responde.
El porqué nos preocupa nuestro aspecto se debe a que “las personas con atractivo físico tienen más beneficios en el trabajo, la sociedad y su vida privada”, escribe en el libro. ¿El motivo? porque “predisponen positivamente”. Según la autora, un abogado atractivo, por ejemplo, resulta más convincente que uno poco agraciado. Maria Callas es un caso real. Triunfó gracias a su voz, pero no fue hasta después de adelgazar y cambiar su vestuario cuando se convirtió en una diva.
Uno de los puntos más novedosos de la tesis de Hakim es que pone precio al plus de la belleza en el sector privado. Si bien la inteligencia determina la renta, ser guapo o tener un buen cuerpo puede aportar entre un 10 y un 20% más de ingresos en lugares como Norteamérica.
Los datos también señalan que los beneficios son más altos para los hombres, sobre todo en los sueldos iniciales, si bien ellos rinden menos culto al cuerpo. Más injusticias: la falta de atractivo sólo penaliza – en términos de sueldo – a las mujeres; a los hombres feos no les afecta. Y una última: las mujeres guapas lo pueden tener difícil en cargos políticos o directivos porque a los hombres atractivos y a las mujeres poco agraciadas “se les considera más masculinos, motivados, desapasionados y resueltos” que a una mujer con un rostro bello.
PREGUNTA. No todos los guapos triunfan ni todos los triunfadores son atractivos. ¿Qué porcentaje del éxito corresponde a la inteligencia y qué parte al capital erótico?
RESPUESTA. La inteligencia es la que tiene un impacto más grande, mientras que una personalidad positiva, los títulos académicos y el atractivo afectan igual pero en menor medida. Por supuesto, hay personas excepcionalmente bellas que pueden conseguir éxito sólo con el capital erótico, como Gisele Bundchen. Pero para la mayoría, un buen aspecto y un estilo elegante es una baza extra que puede inclinar la balanza a tu favor cuando todos los candidatos están en igualdad de condiciones en el proceso selectivo como ilustro al principio del libro con el caso de esa mujer.
Las mujeres poseen más capital erótico que los hombres porque se cuidan más. Y está más valorado porque a la hora de elegir pareja, “los hombres dan más importancia a los estímulos visuales” mientras que las mujeres se fijan en el conjunto de los capitales. Es más, Hakim, cuyos estudios anteriores incluyen la lucha de sexos en el mundo laboral, dice en el libro que las mujeres saben que la belleza y el éxito “son bazas eficaces en el camino al éxito”. Entonces ¿por qué no lo aprovechan en el trabajo? Y, en todo caso ¿por qué no se les reconoce igual que a los hombres? Pues porque éstos así lo han querido, defiende.
Para entender esto, Hakim introduce el concepto de ‘déficit sexual masculino’. Esto es: los hombres quieren más sexo del que reciben porque las mujeres sienten menos deseo que ellos. La autora niega con datos que los niveles de deseo sean idénticos en ambos sexos y que la represión moral y religiosa sean los culpables, como sostienten las feministas. Por tanto, en una relación heterosexual, el hecho de que los hombres obtengan sexo en función del deseo de las mujeres provoca que éstas tengan cierta ventaja sobre los varones.
De hecho, según la autora, las mujeres se valen de ello cuando utilizan el sexo como moneda de cambio para que el marido colabore en casa o como castigo tras una pelea conyugal. El problema, opina, es que los hombres lo saben y temen que ellas se aprovechen más aún.
Y puesto que a “los hombres les gustan tener el control”, explica en el libro, “han tomado medidas” y han hecho para que el capital erótico carezca de valor. ¿Cómo? Convenciendo a las mujeres de que tienen las mismas necesidades sexuales que ellos. Con esto las mujeres ignoran su ventaja y encima creen que el problema es suyo. Otro métido: “Si una mujer despliega su belleza, se la llama tonta o puta”.
Por otra parte Hakim afirma que las críticas a las mujeres guapas que buscan un marido rico se debe a que a los hombres les molesta que éstas saquen rendimiento económico a su belleza. Una actitud hipócrita, denuncia, porque ellos sí usan su dinero a la hora de conquistar a una mujer bella y pagan por sexo. “En resumen, se apela a la moralidad a fin de limitar que las mujeres saquen provecho y humillan a las que sacan dinero”. Una actitud a la que se han sumado – acusa – los medios, la religión y… las feministas anglosajonas.
Sí, las feministas. Las mismas que han tachado el ensayo de Hakim de ser un ejercicio más próximo a la serie Sexo en Nueva York que a un estudio sociológico crítico. Las mismas que la acusan de cargarse años de lucha feminista y las mismas que sostienen que el capital erótico es una prueba de la subordinación a los hombres.
Pero la autora opina que esto se debe a que el feminismo anglosajón procede del puritanismo protestante, el cual a su vez “siente fobia por el sexo y aversión hacia lo femenino”, ha dicho. “De modo que estas feministas ven la belleza como algo superficial”. “La ideología patriarcal ha calado tan hondo que no se han dado cuenta de que el capital erótico es una fuente de poder femenino”, cosa que las feministas mediterráneas o latinoamericanas sí valoran, opina la autora.
La ex ministra francesa Rachida Dati estaría en este grupo. En una reciente entrevista a Madame Le Figaro lamentaba las críticas recibidas por su apariencia. “Muchos asocian feminidad a ligereza. Te toman por… no me atrevo a emplear ese término. Y es un error porque forma parte de nuestra identidad. Alguna vez me han comentado que igual debería de mostrarme menos femenina, pero con ese tipo de comentarios se nos injuria. No tengo por qué reprimirme”.
Ignorar el capital erótico femenino ha causado otro fatalismo, señala la autora: “Las mujeres no piden. Rara vez aprenden a pedir un trato más justo en la vida privada”, explica en el libro. De modo que tampoco piden “aumentos de sueldo o ascensos ni cambian de trabajo para ganar más dinero”. Desarrollar el capital erótico, opina, es el primer paso para negociar mejor en público y privado.
Y ¿cómo se hace eso? ¿Llevando más escote en el trabajo? ¡No! exclama la autora en una de las páginas. El capital erótico reside en saber “vestirse para trabajar y para salir. Vestirse de manera atractiva o de manera que distraiga”.
Tampoco requiere ser guapo. “Una mujer fea puede llegar a ser atractiva con un mejor corte de pelo, con colores que le favorezcan, un buen físico o desarrollando encanto y buenas maneras”, explica a CARAS. “Christine Lagarde, directora del Fondo Monetario Internacional, no es una belleza clásica pero es extremadamente atractiva porque luce ropa elegante, joyas bonitas, un buen corte de pelo, está delgada, tiene maneras refinadas y encanto”, prosigue.
P. ¿Y qué pasa con aquellas mujeres que no conectan con su lado más femenino? Las llamadas chicazos (chicas hetero o lesbianas de aspecto andrógino o masculino; tomboys, en términos anglosajones).
R. Las chicazos pueden ser tan atractivas como las mujeres más femeninas. La gente puede elegir su propio estilo pero todos reconocemos cuando alguien tiene buen aspecto, es atractivo y tiene carisma. Por otra parte, cualquiera que sea nuestro género, tanto un hombre como una mujer, nos pueden resultar atractivos, ya sean colegas, clientes, amigos…
El poder del capital erótico, además, continuará aumentando en los próximos años. “Hoy es más poderoso que hace cincuenta años y todavía afectará más en el futuro por tres motivos: las habilidades sociales y el carisma son ahora mismo cruciales en muchos trabajos; los países ricos valoran lujos como la belleza o la ropa bonita; y las redes sociales hacen que la gente esté más expuesta que antes”.
Por cierto, para quien dude de si puede aumentar su atractivo, Catherine Hakim aboga: “Nacer feo es la oportunidad de llegar a ser atractivo”.