El Madrid literario de Carla Guelfenbein

Personajes

La flamante ganadora del premio Alfaguara por Contigo en la distancia guía a CARAS por su Madrid particular. Uno literario, personal, quizás desconocido para los lectores y con un personaje sorpresa al final.

Habíamos conocido a Carla Guelfenbein una semana antes, en la entrega del Premio Alfaguara, uno de los galardones literarios iberoamericanos más importantes y que, en su XVIII edición, ha distinguido la última novela de la escritora chilena: Contigo en la distancia, una obra con cuatro personajes relacionados entre sí, llenos de enigmas.

Planificamos un cita más íntima para hablar del libro, su carrera, su vida y… Madrid, la ciudad con la que mantiene un affaire. Para ello organizamos una ruta por los lugares que más representan su relación con la capital. La cita es el viernes 5 de junio, una vez terminada la promoción en la Feria del Libro de Madrid y por las ciudades de Barcelona y Bilbao.

El punto de partida es El Gran Café Gijón, la cantina literaria por excelencia. Fundada en 1888, por allí han pasado todos: Pérez Galdós, Valle-Inclán, Jacinto Benavente, Lorca, Rubén Darío o Manuel Vicent, entre otros. Los espejos, los paneles de madera, los apliques dorados, las mesas de mármol y los asientos tapizados en terciopelo burdeos le otorgan el lujo decadente propio de su época.

Carla llega puntual con un sombrero estilo Panamá y un vaso termo en la mano. Siempre lleva uno, con café o té; hoy café. Pese al ajetreo de su agenda está radiante, enérgica y con muchas ganas de participar en el reportaje.

Le gusta el sitio porque “su esencia está viva”. “Aparte de ser un lugar mítico, y por tanto turístico, continúa siendo un punto de encuentro para los escritores”. Por ejemplo, Arturo Pérez-Reverte, Juan Jesús Armas Marcelo o Jorge Edwards.

Conoció el lugar en un encuentro de escritores iberoamericanos celebrado en la cercana Casa de América. “Hasta que no entré, no caí en que es uno de los lugares que cita La Colmena (de Camilo José Cela)”, nos confiesa con su dulce voz.

Nos sentamos un rato para hablar sobre la importancia de la capital en su carrera. “Cuando lancé mi primer libro, El revés del Alma, nadie me conocía, pero lo presenté a tres grandes editoriales y las tres lo quisieron”. Con el privilegio de poder elegir su criterio fue: “la primera que me ofrezca ir a Madrid  y publique la novela allí”. Alfaguara aceptó. Aquello fue en 2002 y el libro se convirtió en un best-seller. En España la empezaron a invitar a conferencias y ha publicado en este país sus otras cuatro novelas, lo que ha propiciado una relación con Madrid “super estrecha y totalmente literaria”.

Este año se ha estrenado firmando en la Feria del Libro. “Ha sido una experiencia muy bonita porque, a diferencia de otras, aquí los libreros llevan el pandero”. Pasó por cuatro, entre ellas, la mítica Alberti, donde compartió mesa con Antonio Muñoz Molina y un hallazgo para Carla: Cristina Fernández Cubas. La experiencia también le ha permitido descubrir que, pese a no ser tan popular como en Chile, hubo gente que se desplazó hasta la capital para que les dedicara un ejemplar.

Hablamos también de lo que implica un galardón como el Alfaguara. “Te pone en muchos países, y mucha de la gente que pasaba por mi caseta decían: ‘Ah, premio Alfaguara’ y entonces ya se interesaban. Ésa es un poco la oportunidad”.

Directora de arte y moda en Elle antes de convertirse en escritora, le pide al fotógrafo, Jose S Gutiérrez, que le muestre las imágenes que ha tomado durante la charla “para ver si me has sacado el ángulo bueno”. Minuciosa en los detalles, quiere crear un entendimiento entre ambos para que la sesión fluya mejor.

En nuestra ruta no puede faltar una librería. Carla tenía planeado la sede de la cadena La Central situada en el Museo Reina Sofía. “Es muy linda”. Pero Jose, otro amante de las letras, propone Tipos Infames, una nueva librería con cafetería, vinoteca y sala de exposiciones en el barrio de Malasaña. A Carla le entusiasma la idea.

Durante el trayecto en taxi conversamos sobre cómo sus estudios en Biología – está especializada en genética de población por la Universidad de Essex – le ayudan a escribir. “Tengo como una rigurosidad científica. Cuando haces un experimento tienes que estar ahí, y así es como escribo: estoy al servicio de mi novela. La inspiración no ocurre andando sino cuando estás concentrado”. Reconoce, eso sí, que la literatura “permite ver la vida de una forma más personal que la académica y, por tanto, combino ambas para entender la vida”.

Llegamos al sitio y se maravilla con uno de los experimentos del local: tomar un café con un desconocido permitiendo que una cámara grabe la escena (sin sonido) durante quince minutos. Para Carla las librerías son como “un niño con hambre en una pastelería”. Tras echar un vistazo, selecciona La última palabra, de Hanif Kureishi. No le gusta leer en formato electrónico pero le resulta práctico para viajar porque “no puedo andar sin libros”.

Para su estancia en España había cargado Hombres sin mujeres, de Haruki Murakami, y Un hombre enamorado, de Karl Ove, pero se dejó el iPad en Santiago, de modo que los ha terminado comprando en España junto a un tercero: La habitación de Nona, de su descubierta Cristina Fernández Cubas. Cuando entra una librería “siempre cae algún libro”. Hoy sale con El buen relato, de J.M. Coetzee y Arabella Kurtz.

Un cliente la reconoce y le dice que es más guapa que en la foto que aparece en Contigo en las distancia. “Si lo compras, te lo firmo”, le suelta con desparpajo. Antes de entrar a la tienda ya nos había advertido: “Más les vale tener mi libro”. Lo tienen, pero no el sitio que a ella le gustaría. Sin reparos, desplegando su arrolladora personalidad, le indica a Gonzalo, uno de los propietarios, dónde debería colocarlo: en la mesa de entrada. Al final éste los cambia.

Contigo en la distancia es una novela muy poética. Le pregunto qué peso tiene la poesía en su vida. “Gigantesco. En todas mis novelas hay algo que alude a la poesía. Y a la hora de escribir, me ayuda mucho leer poesía para conseguir que las palabras suenen bien”. De hecho, “leo mis novelas en voz alta al completo para buscar la sonoridad”.

PREGUNTA. ¿Cómo definirías tu estilo?

RESPUESTA. El jurado del premio dijo de mi trabajo que era prosa profunda con una historia compleja pero a la vez transparente. Eso es lo que busco: que las ideas estén claramente expresadas.

Circulamos por delante de la Gran Vía y los Cines Callao. Carla nos cuenta cómo en su primera visita a Madrid como escritora fue en esta mítica sala de proyecciones donde descubrió la verdadera personalidad de la capital: “¡La gente hablaba en voz alta a los actores! Es precioso, una suerte de provincianismo. A pesar de ser una ciudad cosmopolita, guarda sus tradiciones y su forma de actuar entre ellos”.

Llegamos a la Plaza de Oriente, el primer sitió que visitó en aquel viaje. Tras divisar La Casa de Campo – el gran pulmón verde de la capital, detrás del Palacio Real – pensó que estaba en el límite de la ciudad, cuando, en realidad, continúa más allá. “Me fascina esa sensación”.

La plaza es una de sus visitas obligatorias, sobre todo desde que se percatase de la placa que señala el edificio donde residió el poeta Vicente Huidobro. Al verlo tuvo la sensación naïf de que era “la única que había descubierto el lugar”, reconoce recordándolo ahora. El chileno es uno de sus preferidos y sus versos aparecen en El resto es silencio.

P. ¿Cómo se refleja tu vida en tu obra?

R. Uno está en todos los personajes y las historias, pero de forma no evidente, y muchas veces inconscientemente. Aunque hay episodios de mis novelas que están narrados desde la realidad. Contigo en la distancia, por ejemplo, recoge la celda donde estuvo mi madre cuando la apresaron en la dictadura.

De la casa de Huidobro nos trasladamos a la de su rival, Pablo Neruda. Un bloque de viviendas de ladrillos rojos que marcó tendencia por sus patios centrales y a la que apodan La Casa de las Flores por sus balcones con jardineras.

El chileno vivió allí cuando fue nombrado cónsul en Madrid en 1934. Carla no sabe en qué piso pero sí que residió con su esposa Maruca, la hija que tuvieron ese año, y Delia de Carril, la Hormiguita, su entonces amante.

Para Carla el sitio es muy especial porque “además de la historia personal, la casa está muy ligada a la historia de España, pues él vivía aquí cuando estalló la Guerra Civil y de hecho tiene  un poema – ‘Explico algunas cosas’ – en el que refleja ese momento”.

Los jardines están cerrados al público. Mientras Jose busca los mejores planos desde la acera pasan dos monjas con hábitos anacrónicos. A Carla le choca la escena. “Esto sólo se da en Madrid”.

Le hubiera gustado incluir la Residencia de Estudiantes, un referente literario e intelectual de la primera mitad del siglo XX y donde las editoriales la han alojado alguna vez. “El silencio que reina es perfecto para desarrollar los pensamientos, que es lo que hicieron todos los escritores que pasaron por allí. Todavía puedes sentir su energía”.

Pero el tiempo acecha de modo que vamos directos a nuestro último destino: la trattoria La Tavernetta, situada en una callejuela detrás de la vía Génova  – uno de los pasos más céntricos de la capital. Selecto pero muy íntimo y cálido, sus cocina siciliana y sarda es auténtica. “Me trajo Jorge Edwards hace un par de años y desde entonces lo adopté como mi restaurante preferido”. “Me gusta el ambiente tan familiar y por ser tan pasionales en lo que hacen”.

Nos recibe su propietario, Angelo Loi, y nos tomamos el aperitivo preferido de Carla en este local: un Aperol Spritz, un cóctel italiano que el restaurante elabora con Prosecco (un espumoso), Aperol (un licor a base de naranja y ruibarbo) y soda.

Aquí Carla vuelve a mostrar su poder de convicción. Quiere entrar en la cocina y Angelo, por supuesto, la deja. Ella es su mejor estilista. En su bolso lleva un vestido “para no tener el mismo look en todas las fotos” – algo que descartamos por falta de tiempo – y no duda en sacar un cepillo delante del personal para peinarse el flequillo. Tiene claro cuáles son los mejores ángulos del lugar. “Qué ojo tiene”, dice fascinado Jose.

De la carta nos recomienda las pastas y el gazpacho. “Te puedes morir”. Hoy pide lo segundo. Aprovechamos la comida para hablar de su carrera. A sus 56 años también estudió diseño gráfico en la escuela Central Saint Martins (Londres), ha trabajado en empresas de publicidad y tiene dos hijos.

P. ¿Cómo has conseguido una carrera tan prolífica?

R. Porque soy super vieja – responde con una fuerte carcajada. Lo que pasa es que soy matea. Me concentro mucho, soy muy detallista y super trabajadora.

P. ¿Y por qué tanto cambio laboral?

R. (Se lo piensa unos segundos) Por insatisfacción. La literatura siempre fue un refugio en mi vida pero nunca imaginé hacer de ello una carrera. Cuando publiqué mi primera novela me dije: “Este es el sitio donde quiero estar”.

P. ¿Ésta es, pues, la última parada?

R. Siento que sí. Aunque tengo proyectos relacionados que quiero desarrollar.

En concreto una fundación que promueva la lectura entre niños. “Además de ser una fuente de cultura, la lectura sirve para desarrollar el lenguaje, el mejor instrumento que tenemos los seres humanos para comunicarnos y lograr las cosas que queremos”.

Le pregunto también por la primera vez que vino a España. Tenía 19 años y estuvo en Formentera, donde las familias de Carlos Lazo y Carlos Altamirano – amigos y este último ex suegro de Carla – arrendaron una casa para dar la bienvenida a Lazo tras su salida de la isla de Dawson. “Por supuesto le dimos la pieza más grande pero escogió la habitación más pequeña y sin ventanas porque era donde se sentía más protegido. Fue super conmovedor”.

Esto nos lleva a como un lugar extranjero marca la vida de quien la visita. “La relación que uno tiene con una ciudad tiene que ver con la historia que va construyendo». En el caso de Madrid, «como he vuelto tantas veces y he vivido cosas tan lindas, ya forma parte de mi identidad”.

En esos momentos Jorge Edwards baja por las escaleras. El diplomático y escritor vive a una cuadra del restorán y  acude varias veces por semana. Su mesa está en la planta principal. Carla lo había telefoneado para que se reuniera al final de la comida.

“Hola, mi vida, ¿cómo estás?”, le pregunta Carla mientras se funden en un abrazo. Jose les saca unas fotos y luego nos acompaña en la mesa con una copa de espumoso. Conversan de temas mundanos con la familiaridad de dos amigos. Por ejemplo, de la cena que tienen programada para el sábado. Puesto que la noche anterior Carla ya cenó aquí y hoy estamos comiendo, deciden ir a otro sitio porque tres veces seguidas ya les resulta “abusivo”, bromean.

Carla quiere descansar un rato antes de acudir a la plaza de toros esa tarde. Nos despedimos de todos y la acompañamos hasta el taxi. Casi siempre suelen alojarla en hoteles, como el de Las Letras, su preferido, pero esta vez su estancia se ha prolongado quince días y ha preferido arrendar un departamento en el barrio de Salamanca. “Lo hemos pasado muy bien, ¿verdad?”, nos pregunta sobre la jornada. Ha sido super lindo, como diría ella.

Direcciones:

Gran Café Gijón: Paseo de Recoletos, 21 www.cafegijon.com

Tipos Infames: Calle San Joaquín, 3 www.tiposinfames.com

Casa de Vicente Huidobro: Plaza de Oriente, 6

Casa de Pablo Neruda: Casa de las Flores. Calle de Rodríguez San Pedro, 72

La Tavernetta: Calle Orellana, 17 www.trattorialatavernetta.es

Los must madrileños de Carla:

– Un café/bar/coctelería: Dray Martina. También es un restaurante y se come muy bien

– Un plato: Alcachofas tibias acarameladas

– Una bebida: Cava

– Una librería: La Central del Museo Reina Sofía

– Un escritor: Javier Marías

– Un teatro: Microteatro. Un antiguo burdel donde pasas por varios cuartos viendo obras de no más de 15 minutos.

– Una tienda de ropa: Bimba y Lola

– Una visita obligatoria: El jardín del Museo Sorolla por la mañana.

– Una expresión madrileña: ‘¡Mejor te vas a picar uvas!’ La escuché en los toros como insulto a un picador.

– Algo que te disguste: Los lugares muy turísticos como la Plaza Mayor.