La otra cara de Alexa Chung

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Moda

Debería estar prohibido entrevistar a tu ídolo. Te priva de la magia que surge cuando uno conoce al personaje. Por suerte, la periodista encargada de entrevistar a Alexa Chung para HARPER’S BAZAAR acudió a la cita en Londres sin idolatría alguna. Sólo así pudo descubrir a una mujer diferente de la imagen predefinida de la it-girl por antonomasia. 

La escena discurre delante de la puerta del Hotel Mandeville, en el barrio de Marylebone pero a tan solo un par de minutos de Oxford St. Son las nueve pasadas. El ambiente en las calles a esas horas de la mañana es ligeramente ajetreado. La gente anda apresurada en dirección al trabajo mirando la pantalla de sus smartphones y sorbiendo un café para llevar. Alexa Chung, varios miembros del equipo de producción y esta periodista esperamos en la acera antes de cruzar al edificio de enfrente, donde se llevará a cabo la foto de portada y la entrevista para este número. Un par de chicas pasan por nuestro lado sin fijarse en la protagonista pero es posible que, esa misma noche, consulten Instagram para ver qué lleva puesto hoy nuestra protagonista. A saber: bailarinas negras, pantalón denim acampanado y una blusa de rayas masculina perteneciente a la colección que ha seleccionado para la marca Alaniz. Eso es lo primero que me sorprende del personaje: en la vida real pasa desapercibido.

Lo segundo ocurre a continuación. Desde mi posición sólo alcanzo a verla de perfil. Es un plano de ella que me resulta desconocido. Y sorprendente. Porque me recuerda a las artistas francesas de los años setenta. Desde ese mismo ángulo observo cómo se le cae el cigarrillo al suelo y lo recoge. Se lo lleva a la boca de una manera tan inconscientemente sexy que me seduce de inmediato. Sólo alguien realmente chic gesticula de ese modo.

La habitación en la que estamos es grande y luminosa. Los estucos del techo, los ornamentos de las paredes y las sillas dispersas le otorgan un aire de salón abandonado. Estamos a 22 de junio, en medio de una supuesta ola de calor en Londres. Pero ese día sale nublado y nada más empezar se pone a llover. Al igual que todos los presentes, Alexa también muestra sorpresa por esas gotas traicioneras.

Tomás Reid, el fotógrafo de moda chileno encargado de tomar las imágenes, comienza a disparar sin apenas darle indicaciones. Se conocieron el día anterior, durante el shooting para las fotos del reportaje adjunto. “Nuestra comunicación fue más de miradas que de palabras, y eso hizo que todo fuera más espontáneo e instintivo”, me contará él luego.

Apoyada sobre una pared, al lado de un ventanal, Alexa despliega su particular charme francés setentero. Sus ojos rasgados, sus pómulos altos y su boca perfectamente dibujada recuerdan a un felino apacible y extremadamente bello.

Observándola otra vez de perfil me reafirmo con que ése es su mejor plano, y no el de frente, como estamos acostumbrados a verla en las fotos. Tampoco recuerdo una imagen suya que la muestre tan sexy como resulta al natural. Es como si ninguna lente fuese capaz de captar su esencia.

Está bastante callada. Nadie diría que es la misma presentadora de TV que saltó a la fama por sus entrevistas deslenguadas. Pero se nota que sabe lo que está haciendo mientras cambia de postura. “Empecé en la moda a los 15 años y desde entonces me han fotografiado cada día. Me siento como si tuviera 70 años. Por eso ahora (a los 33) si veo algo que no funciona me cuesta mucho tener la boca cerrada”, revela durante la entrevista posterior. “Hoy hemos tenido suerte porque Tomás y su asistente tienen mucho talento. Pero si la luz hubiera sido una mierda, lo hubiera dicho”, afirma riéndose. “Deberíais estar ahí cuando tengo un mal día”.

Tras un breve descanso la sesión se traslada al balcón. Apoyada sobre la barandilla, mostrándome su perfil otra vez y con las calles de Londres desdibujadas en un segundo plano, la imagen me trasporta a una escena imaginaria de Jane Birkin con la Torre Eiffel de fondo.

La fascinación que ejerce en mí se convierte en una especie de encantamiento cuando me atraviesa con sus grandes y penetrantes pupilas de color azul. Como entrevistadora que ha sido, es generosa con su interlocutor. Está muy atenta a las preguntas, se piensa las respuestas y te mira fijamente mientras contesta. Tiene la voz bastante cascada para ser tan joven y suena un poco masculina. No se corta un pelo pero su modo de hablar es plummy, el propio de las upper classes. Ni siquiera un nativo detecta que procede de un pueblo del condado de Hampshire, al sudoeste de Inglaterra.

El motivo de la entrevista se debe a su aterrizaje en Chile de la mano de Alaniz y su nueva faceta como directora creativa al frente de su propia marca, Alexachung. La conversación discurre en tres momentos: pasado, presente y futuro. Esta línea del tiempo es la mejor manera para entender su estilo y, por ente, a ella.

“Crecí en el campo, entre hermanos. Creo que eso dejó una huella en mi estilo porque lo primero era ser práctica. Las flores las dejabas para luego. Y aunque soy increíblemente femenina en algunos sentidos, me siento bastante masculina psicológicamente, por tanto para mí es natural que la ropa que muestro al exterior refleje esa experiencia interior. Y no me siento cómoda teniendo que elegir una opción u otra. Nunca llevaré un total look de chico ni uno de chica. Lo mío es coger cosas de ambos y mezclarlas hasta conseguir un equilibrio”.

Su visión sobre el uniforme escolar es también muy particular. Vestir una prenda tan seria durante toda la etapa formativa le recuerda a los hombres que deben llevar traje cada día. Y eso, opina, acaba afectando “de manera rara” a la ropa de los fines de semana. “De lunes a viernes vistes la versión mini del traje de tu padre, y los sábados y domingos te pones los shorts de ciclista floreados”. Aunque a ella, por supuesto, le encantaba. “Yo no era la típica que se desataba la corbata o se acortaba la falda. Le tenía cariño porque un uniforme revela un patrón clásico – su término preferido. Además creo que conlleva un concepto democrático muy bueno para ese periodo de crecimiento”.

Vestir tal como es – chaquetas extra grandes, calcetines hasta las rodillas y collares Peter Pan – le ha reportado premios en los British Fashion Awards, el fervor de las millenials (y no tan millenials) y, en definitiva, un imperio que ya dura años. Aunque una no puede evitar pensar que, en el fondo, no ha inventado nada. Hace cien años una tal Gabrielle Chanel triunfó con una línea sportive inspirada en los trajes de trabajo de los marineros y mozos de cuadras.

El imperio Alexa crece ahora con su propia firma de moda. Tras años colaborando para otras marcas, estaba cantado. Con las manos ya en la tercera colección – la primera salió a finales de mayo y la segunda está prevista para octubre o noviembre – hay días en que se pregunta por qué decidió embarcarse en esta “aventura arriesgada”. “Pero soy muy curiosa y deseo seguir aprendiendo, así que me lanzo ante cualquier cosa que me abra la mente, excepto las drogas psicodélicas”, ironiza finamente.

Lo primero que ha aprendido de esta experiencia es que dirigir una marca de moda “va más allá del diseño”. Engloba “la dirección de arte, lanzar una fiesta fabulosa y asegurarte que tienes a la PR adecuada para que inviten a la gente adecuada”. Pero en esto ella es una alumna aventajada. “Yo ya sé cómo funcionan las entrevistas, qué looks hay que elegir para obtener la atención de la prensa y qué son los remaches de un vaquero”.

Alexa-à-porter

Una vez puesto “el barco en marcha”, ahora toca navegarlo. “Creo que un error que la gente comete es dejarse llevar por la presión externa de que sigas haciendo algo nuevo o sorprendente. Soy fan de la ropa y voy a seguir comprando en Chloé, Philosophy o Gucci, pero lo que yo ofrezco son esos jeans en los que quieres gastar un poco más de dinero porque te van a durar cuatro años y porque me he pasado tres días en una fábrica de Italia para que sean… (y hace el gesto italiano para decir que algo es perfecto). Sé que es aburrido decir que voy a llenar los huecos de tu armario, pero me hace feliz hacerlo”.

La it-girl más imitada también tiene ídolos con los que inspirarse estilísticamente. Su época son los años 60 y 70, y ellos, las estrellas de rock y el cine. Su primera colección está llena referencias. El minivestido de cuero de Marianne Faithfull, el traje de rayas de Brian Jones, la chaqueta azul de Bowie o el cheongsam de Maggie Cheung en el filme In The Mood For Love.

_ Todos los materiales de tu colección son nobles. Algodón, punto, seda, terciopelo… ¿Cuán importante es para ti?

_Odio todo aquello que no sea auténtico y eso también se aplica a los tejidos. Y no me gustan las mezclas. Si lleva algodón, debería ser todo algodón. Soy una mujer moderna pero cuando se trata de ropa soy más romántica y tiro al pasado. Nunca me cansaré de decir cuánto disfruto de las cosas clásicas y que el verdadero estilo nunca pasa de moda. Como Jane Birkin, que continua siendo cool”.

Es curioso. Porque precisamente sus queridas Jane Birkin o Françoise Hardy fueron las primeras en lucir los tejidos futuristas de Paco Rabanne en los 60. Y sí, su colección incluye un trench clásico pero también zapatos glam. Aunque si los brillos han perdurado cuatro décadas, quizás ya entren en la categoría de clásicos.

Me cuenta que ha visto la serie The Crown. Le gusta que hayan recreado el vestuario de Isabel II porque “puedes ver su armario en todo su esplendor”. Pero como buena chica de campo, el look que más le gusta de la soberana es el de los años setenta, “con los bigudíes, el pañuelo en la cabeza y la chaqueta Barbour. El estilo Land Rover”. Eso sí, cuando hablamos de it-royals, “Diana es la única. Un clásico”. ¿Y Kate? “Es delgada, bonita, digna y elegante, pero ¿soy fan de su estilo? (mueve la cabeza para decir que no). Creo que va apropiada, que es lo que esperas de un miembro real. ¿O acaso no te decepcionaría verla con un peto y mocasines? A mí sí”.

Curioso otra vez. Cuando Vogue UK – donde Alexa colabora – tuvo que decidir la imagen para portada de su número cien, eligió a la duquesa de Cambridge en lugar de modelos británicas icónicas como Kate Moss o la propia Chung.

Alexa es la it-girl de la era Tumbler y la influencer de los millenial. Se mueve con ellos. Cara Delevingne, Dakota Johnson, Pixie Geldorf y Daisy Lowe están en su círculo. Después de varios años afincada en Nueva York, regresó a Londres en 2016 para crear su firma.

_ ¿Por qué no te quedaste en Nueva York, el centro de la industria de la moda?

_ Porque la ciudad ya no es divertida – suelta sin pensar. A nivel práctico, mis padres se hacen mayores y, si me hubiera quedado allí, por suerte me habría casado y tendría un hijo. Y las escuelas son muy caras. Y Manhattan, una pesadilla. Y a nivel artístico, necesitaba estar rodeada de mi gente. América es increíble a nivel comercial pero están muy centrados en el negocio y yo quería ser un poco más libre y divertida. Y no quiero tener que explicarle a un CEO qué es Snapchat. Necesito que mi equipo hable el lenguaje de los millenial, que sean sarcásticos y tengan cultura. Si hago una referencia a una prenda de Noel Edmond en el programa Noel’s House Party (años 90), tú no sabrás a qué me refiero pero la gente de mi oficina, sí. Y no tenía tiempo para explicarles [a la gente de EEUU] que es Hollyoaks” (un famoso serial británico).

El futuro de la industria de la moda le parece “excitante”. “Hoy lo vemos todo a través del filtro de las redes sociales pero yo auguro un giro en contra de esa clase de interactividad. Las redes dejarán de estar en un primer plano porque la próxima generación preguntará (y pone voz de adolescente para imitarlos): ‘Por Dios, mamá, ¿por qué estás con el teléfono en mano a todas horas’?. Y eso hará que la moda vuelva a ser guay, como en los 70 y 80, cuando la gente no utilizaba imágenes de referencia en un photo shoot”.

Tomás Reid me contará después que le ocurrió lo mismo que a mí. “Me hizo un link con Charlotte Gainsburg. Estéticamente conectamos con un look muy cinematográfico. Ella mismo me dijo que algunas fotos le recordaron al cine de Godard”.

Durante mi presencia, sólo consulta el móvil un par de veces. Y admite que no es muy fan de comprar a través de Internet. Lo suyo es tocar los tejidos y conectar de forma espontánea. Además, “se me da muy mal devolver las cosas, de modo que cuando compro online, espero que me valga porque no voy a retornarlo”.

Lo que sí le parece positivo de los medios sociales es que pueden servir de plataforma para que las modelos vayan más allá de su trabajo. Pone como ejemplo a Adwoa Aboah, quien tras confesar su depresión y adicciones, ha creado un foro digital donde las mujeres pueden desahogarse y obtener apoyo.

Dejo para el final la pregunta tabú, la que todo el mundo me ha dicho que no se menciona. Pero a esas alturas estoy convencida de que contestará sin problemas.

_ ¿Te has reconciliado por fin con el término it-girl?

_ ¡Sí! Es más, ahora lo echo de menos. ¡Quiero ser una it-girl otra vez! Era genial. Si entonces lo hubiera sabido… Obviamente nunca quieres ser lo que la gente te dice que eres. Así que cuando me definían como una it-girl, me ponía en plan: ‘Eso apesta. No soy una it-girl, yo soy esto y lo otro’. Pero ahora me lo tomo como ‘vale, dame los billetes gratis para la Semana de la Moda de París; y quiero flores en mi habitación, y que los regalos no paren de llegar. Recuerdo que antes pensaba ‘¿son demasiados regalos?’.

Y remata: “Fui Bella Hadid. Era fantástico”.

Dudo de si la referencia a la modelo millenial es positiva o negativa. Si lo dice en serio o de broma. Entonces recuerdo que estamos en Londres, donde Alexa puede ser sarcástica y su equipo cazará el comentario al vuelo. De todos modos me voy tranquila. Yo sí que he pillado lo de Hollyoaks.

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